Por Jo-Marie Burt
Vladimiro Montesinos aún alucina con el poder. Desde su celda en la Base Naval del Callao, donde está también recluido su archienemigo Abimael Guzmán, ha escrito tres libros donde busca reivindicar su papel como el arquitecto de la política contrasubversiva durante el gobierno de Alberto Fujimori; el Maquiavelo que asesoraba al “Príncipe” Fujimori para tener y mantener el poder sin importar los métodos. Desde su celda también elaboró un Power point muy detallado que presentó como parte de su alegato final en el juicio en contra de él y 28 otras personas acusadas de participar en los crímenes de Barrios Altos, la desaparición forzada de nueve campesinos de Santa, y la desaparición del periodista Pedro Yauri, todos estos crímenes cometidos por el Grupo Colina entre los años 1991 y 1992.
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El juicio, que comenzó en 2005, ha sido excesivamente largo. En este caso, como tantos otros seguidos por violaciones a los derechos humanos, los jueces y las juezas tienen una carga procesal muy alta y por ello sólo pueden dedicar un par de horas, una o dos veces por semana, a cada caso. En contraste, en el juicio a Fujimori, los magistrados tenían dedicación exclusiva a para este caso, lo cual permitía que se podían llevar acabo sesiones tres veces por semana y que termine dentro de un año y medio. Asimismo se trata de un proceso muy complejo que abarca tres casos de violaciones a los derechos humanos cometidos por el Grupo Colina y 29 procesados. Y si a esto le sumamos las maniobras de los abogados defensores para dilatar el proceso, encontramos la explicación de tanta dilación. Pese a estos obstáculos, hoy solo falta que unos cuantos procesados más realicen su alegato final para que termine el juicio oral y la Sala dicte su sentencia.
El pasado lunes 26 de abril fui a la Base Naval del Callao, donde el Juzgado Especial de la Corte Superior de Lima que tiene a su cargo ese juicio realiza las audiencias, para escuchar el alegato final de Montesinos. (Gloria Cano, abogada de la parte civil, me hizo notar que Montesinos guardó silenció durante el juicio, y por tanto nunca se sometió al interrogatorio del Ministerio Público.) Durante su alegato, se rehusó reconocer su participación en los crímenes de Barrios Altos, Santa y Pedro Yauri. Pese a lo extenso de alegación, sus argumentos francamente carecen de sentido.
Primero afirmó, con gran orgullo, que había sido designado por el gobierno peruano como interlocutor con los Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico, cosa que Washington aceptó sin queja alguna. Según Montesinos ello sería prueba de que no es violador de derechos humanos, ya que Estados Unidos prohibe tener como interlocutores personas acusados de tales crímenes. Efectivamente existe legislación en ese sentido (no es parte de la Constitución, sin embargo, como habría dicho Montesinos) pero los diferentes gobiernos norteamericanos, tanto Republicanos como Demócratas, frecuentemente lo han ignorado de manera explícita o implícitamente alegando motivos de seguridad nacional. Que hayan aceptado trabajar con Montesinos dice mas sobre la política exterior de Washington que de Montesinos mismo.
Luego, Montesinos presentó un sin fin de organigramas y referencias a decretos leyes con el afán de demostrar de que él, como simple asesor (se olvidó que fue jefe de facto!) del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), tenía como mandato producir inteligencia para el Presidente de la República. La inteligencia producida por las Fuerzas Armadas, decía, pertencía a otro séctor, donde él no tenía nada que ver. Quienes recordamos cómo funcionaba el gobierno de Fujimori a lo largo de los años noventa sabemos que tal dicotomía no existía y que el SIN se convertió en el eje central de la política de Fujimori, sobre todo en términos de la lucha contrasubversiva. La intención de la distinción hecha por Montesinos busca que se le exculpe y se traslade toda la responsabilidad al General (r) Nicolás Hermoza Ríos, quien fue comandante en jefe de las Fuerzas Armadas durante buena parte del régimen fujimorista hasta agosto de 1998, cuando cayó en desgracias y fue relevado. Haste ese momento, vale la pena recordarlo, lo que hubo fue un triunvarato de poder, en el cual Fujimori, Montesinos, y Hermoza Ríos jugaron roles importantes donde se complementaron unos a otros a fin de mantener en pie un sistema autoritario y arbitrario.
Al final de su alegato, Montesinos terminó reconociendo que se cometieron los terribles crímenes de Barrios Altos, Santa y Pedro Yauri. Trató de echar la culpa en los últimos dos casos, al menos, al General Hermoza y su hermano Juan Hermoza (quién llamó al primero para deshacerse de unos campesinos que le estaba haciendo la vida imposible), pero no respondió nunca por su propio rol en la gestión y operación del Grupo Colina. Al contrario, aseguró de que él había sido artífice de la exitosa estrategia de pacificación, y acusó a “ellos” (¿Hermoza Ríos y su hermano? ¿Todos los miembros del Grupo Colina?) de “ensombrecer” el ejemplo de pacificación que él aseguraba sería modelo para el mundo si no fuese por estos hechos “lamentables”.
Lo que el Sr. Montesinos olvida mencionar es que la lucha contra la subversión que se llevó acabo durante la época de Fujimori, si bien produjo el arresto de los altos mandos de Sendero Luminoso, también consistía en la violación sistemática de los derechos humanos. Los casos del Grupo Colina —la desaparición forzada de nueve estudiantes y un profesor de La Cantuta, la masacre de Barrios Altos, la desaparición de los campesinos de Santa y el periodista Pedro Yaura, la muerte de la familia Ventocilla, entre otros— no fueron hechos aislados, ni tampoco excesos de unos cuántos sanguinarios descontrolados. Fueron parte de una política sistemática de violación a los derechos humanos que desde algunos sectores se siguen negando, pero que han sido documentados y denunciados por organismos de derechos humanos, la Comisión de la Verdad y Reconciliación y organismos internacionales. Consisten en mas de 1,000 casos de desaparición forzada, además de ejecuciones extrajudiciales, torturas, y la detención arbitraria de miles de inocentes.
A pesar del delirio de Montesinos y quienes defienden el fuji-montesinismo —y para la evaluación de quienes duden de su inevitable correlación, sólo menciono que en su alegato Montesinos declaró nula la sentencia a Fujimori, como si aún fuera él quien maneja el Poder Judicial a su antojo— se va aclarando la forma cómo se manejó el poder en el Perú durante el mandato de Fujimori. Ello gracias a la labor de muchos especialmente familiares, defensores de los derechos humanos, y operadores de justicia que, a pesar de las enormes dificultades y la terrible indiferencia de muchos, se mantienen firme en su búsqueda de verdad y justicia.
Publicado por primera vez en NoticiasSER.pe, 28 abril 2010