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News Reports on Transitional Justice in Peru

Hualla duerme sobre huesos

El luto no termina en este pueblo ayacuchano, decenas de familias aún buscan a los que desaparecieron en el conflicto armado de los ochenta. Las viudas y los huérfanos conviven con exsenderistas y exmilitares en un pacto de silencio.

La RepublicaLa RepublicaUnos niños juegan entre las cruces del cementerio de Hualla, en Ayacucho. Juegan a la guerra. El niño vestido con un disfraz de soldado le apunta a la niña con un fusil de madera: ¡Bang, bang! Metros más allá, como en comparsa, un grupo de hombres y mujeres caminan llevando flores en las manos. Deambulan entre las cruces plantadas en la pampa sin detenerse en ninguna, pues no tienen tumba. Tienen muertos –o presumen que los tienen–, pero no tienen dónde dejarles las flores.
Son los familiares de los desaparecidos del conflicto armado interno, almas en pena que lloran a sus difuntos, que en el fuego cruzado entre Sendero Luminoso y las Fuerzas Armadas perdieron algún pariente de la forma más cruel: un día el papá, la hermana, el tío estaba, al día siguiente ya no, se lo habían llevado a rastras, como a un animal, quién sabe a dónde.

ZONA ROJA
San Pedro de Hualla es un pueblo enclavado en la puna del sur de Ayacucho, en la provincia de Víctor Fajardo. De día no hay mucho movimiento, la gente se va a trabajar a sus chacras a las cuatro de la mañana y regresa al atardecer. Por la noche, lo único que da vida al pueblo es la televisión por cable y los cantos en las iglesias evangélicas (más de la mitad de la población que era católica antes del conflicto ha cambiado de fe).

El paisaje de ahora es muy diferente al de los años ochenta. En esa época Hualla era considerada “zona roja”. Como otras tantas comunidades de esta parte del país, fue tomada por Sendero Luminoso. Todos debían colaborar con los subversivos, si no los mataban. Al propio alcalde lo ejecutaron de un tiro en la cabeza bajo el campanario de la iglesia. En 1983 llegaron los militares para dar el contragolpe. Se instalaron varias bases contrasubersivas. Hualla quedó sitiada y se inició una guerra sin cuartel en la que se esfumaron para siempre decenas de huallinos.

MAPA MACABRO
Han pasado más de tres décadas y, salvo en las borracheras o en la intimidad del hogar, en el pueblo no se habla del tema. Sin embargo, nadie puede desligarse de los fantasmas del pasado, sobre todo los familiares de los desaparecidos que con el devenir del tiempo se han resignado a la idea de que nunca los volverán a ver con vida.

Hualla es uno de los lugares del Perú donde hay más gente que espera que le devuelvan el cuerpo de sus parientes o lo que quedó de ellos. Aquí conviven 74 familias de desaparecidos, las viudas y los huérfanos que no pueden cerrar el duelo, que siguen buscando respuestas.

Édgar Choccña vio a los 9 años cómo se llevaban a su padre Rufino Choccña en un camión lleno de detenidos a la Base Militar de Canaria (a una hora de Hualla), un domingo 13 de mayo de 1983. Nunca más lo volvió a ver. Hoy el terreno de la base ha sido lotizado para construir conjuntos habitacionales: “He ido y he preguntado –dice el profesor Édgar–, los pobladores dicen que ahí hay entierros, incluso a las chicas les fastidian diciéndoles que si escarban van a encontrar huesitos de las manos de los muertos. Posiblemente a mi papá lo hayan enterrado ahí, aunque otros cuentan que lo aniquilaron en una iglesia abandonada en el poblado de Taca y que llevaron el cadáver en varios viajes a los socavones de una mina”. Según el Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), 58 huallinos desaparecieron en Canaria entre 1983 y 1984.

Al igual que Choccña, otros deudos han trazado el mapa macabro de los posibles lugares donde podrían estar enterrados los restos de sus familiares. Los pobladores están convencidos de que Hualla duerme sobre fosas comunes.

VIVIR SOBRE FOSAS
Al pie del poblado, en una pampa que hoy rebosa de verde, se ve lo que quedó de la Base Militar de Chimpampa. Son paredes de techo alto. “Aquí había un horno y allá una capilla. Aquí había una torre alta de centinelas, allá los militares construyeron un calabozo subterráneo que llenaban de agua y era donde metían a los detenidos para torturarlos”, cuenta el agricultor Marino Oré a modo de tour macabro. Hoy Chimpampa es un apacible vivero municipal. Marino dice que veía todo lo que hacían los militares con los detenidos desde su casa que quedaba al frente de la base.

Al igual que en Canaria, los militares traían aquí a todo el que consideraban sospechoso. Dieciséis huallinos cruzaron el portón del cuartel. No se les vio más. Uno de ellos fue el esposo de Juana Crisante, Fortunato Méndez. La viuda sostiene una fotografía de él mientras camina sobre la ex base militar y escucha desconcertada la narración de Oré: “Aquí había una pampita donde los militares hacían sus prácticas de tiro, después la convirtieron en fosas. Sí, de día aparecían los montoncitos de tierra”. Si lo que dice Oré es cierto, posiblemente Juana esté parada sobre los restos de su marido.

El anciano Darío Inca es uno de los pocos que sobrevivió a Chimpampa. Néstor Valenzuela, familiar de otro desaparecido, lo oye hablar en quechua y traduce: “Cuenta que los militares lo sacaron de su casa una noche, lo llevaron a la base con otros diez, le vendaron los ojos y lo metieron al pozo lleno de agua hasta las axilas, al rato lo sacaron y lo golpearon. A los ocho días lo soltaron porque su esposa les llevó a los militares dos cabras de regalo”.

A Inca le tiembla la mitad del cuerpo. Para caminar debe sostenerse de un bastón. Su cojera es producto de la golpiza que le dieron los militares mientras estuvo secuestrado. Hoy, que hubo un desfile escolar en Hualla, la municipalidad le regaló una silla de ruedas. Es la única indemnización que ha recibido.

EL CHOFER
“En todo el país hay un total de seis mil fosas clandestinas, solo en Ayacucho hay cuatro mil, y el Ministerio Público solo tiene 20 forenses para cumplir con las exhumaciones. Haciendo cálculos y siendo optimistas, en 60 años posiblemente podremos ubicar a los desaparecidos”, dice Percy Rojas, antropólogo del EPAF. En ese interín lo más probable es que los deudos mueran antes de poder enterrar a sus familiares. “El Estado no tiene una política de búsqueda de desaparecidos”, dice la abogada Gisela Ortiz. “Ni siquiera los busca, el deudo es el que debe investigar en qué fosa, en qué quebrada, en qué cuenca podría estar enterrado su familiar”.

En Hualla, dicen los familiares de los desaparecidos, probablemente haya un hombre que sepa a dónde se llevaron los militares a sus familiares. Se llama Teodomiro Benítez, es un huancaíno y se quedó a vivir en el pueblo luego de la guerra. Él manejaba el camión de la tropa militar de Chimpampa. “Sí, había calabozos subterráneos donde metían a los de Sendero. No sé si los torturaban. Eran tiempos de guerra sucia. Todas las calles estaban pintadas con la hoz y el martillo. No se podía confiar en nadie, toda la gente era roja. Hasta te daban cancha y queso envenenado, cuántos militares murieron así, cuántas bombas me pusieron a mí. Pero sobre los desaparecidos no sé nada, la Fiscalía ha venido varias veces a interrogarme, yo no sé nada, no tengo por qué defender a nadie”, asegura Benítez. Cuando le pregunto cómo lo miran los huallinos, dice: “Yo me llevo bien con todos, hasta a los terroristas los conozco. Algunos tienen sus buenas tiendas en plena plaza”.

En pocas partes del país se ve lo que en Hualla. Aquí conviven viudas y huérfanos, exmilitares y exsenderistas, víctimas y posibles asesinos. En todo el pueblo no hay un solo policía. La armonía la sostiene el silencio. Nadie habla de lo ocurrido.

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Satipo: Familiares reciben los cuerpos de las víctimas de violencia política de los 80 y 90

Los restos fueron exhumados entre el 2013 y el 2014 y su identificación se hizo a través de pruebas de ADN y métodos antropológicos y odontológicos.

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inforegioninforegion.peEl pueblo de Satipo por fin comienza a sanar.

Y es que después de muchos años, los familiares de las víctimas de la violencia política que azotó al país en la década de los 80 y parte de los 90, recibieron los cuerpos de sus allegados en una ceremonia especial realizada en el centro de convenciones de la ciudad.

El evento fue liderado por Katherine Valenzuela, la representante de la Comisión Multisectorial de Alto Nivel (CMAN), institución encargada de elaborar, coordinar y supervisar todos los programas que son parte del Plan Integral de Reparaciones.

Asimismo, la entrega fue posible luego de un arduo trabajo de investigación desarrollado por las fiscalías penales supraprovinciales del distrito de Junín, encargadas de la búsqueda e identificación de los responsables de las muertes.

Cabe resaltar que los restos fueron exhumados en el 2013 y el 2014 por los especialistas del Laboratorio de Investigación Forense. Siete cuerpos fueron rescatados de las localidades de Fortaleza y Unión Sanibeni (Pangoa-Satipo) y los otros diez, en el centro poblado menor de Sanibeni (Satipo).

Su identificación fue posible gracias a los métodos antropológicos, odontológicos y pruebas de ADN.

En la ceremonia, los restos fueron dispuestos en ataúdes de color blanco de poco más de un metro de largo. Además, el párroco de Satipo, llegó hasta el lugar para hacer una misa de cuerpo presente. Finalmente los cuerpos fueron entregados a los familiares presentes para que los trasladaran a sus lugares de origen y darles cristina sepultura.

Publicado por La Mula

 

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ORONQOY La larga lucha por la justicia en los pueblos alejados del Perú

Una recua de mulas con los pequeños ataúdes amarrados a sus lomos. Un abogado, un antropólogo y un representante de la CMAN de Apurimac, como los tres reyes magos, pero sin regalos para nacimientos sino llevando apenas lo mínimo para un entierro digno.

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La MulaMASACRE EN ORONQOY. DIBUJO DE EDILBERTO JIMENEZ.Un camino que empieza en la quebrada de los cerros, en el puente peatonal de Cutinachaca, hasta donde llegan los carros y camionetas desde Abancay. No, no hay conexión entre la capital, Chungui, y su centro poblado de Oronqoy: ni carretera ni pista ni camino afirmado; aunque si se quiere tomar esa vía son tres días de caminata a paso firme y buenas piernas por las laderas de los cerros. Esta vez, desde Cutinachaca hasta Oronqoy, a este grupo les esperan 10 horas andando cuesta arriba, entre cerros secos, sin un solo árbol que les pueda dar sombra.  la mulaMulas subiendo a Oronqoy con los osarios sobre el lomo.

Todo ese esfuerzo tiene un objetivo: entregar a los comuneros los restos de sus vecinos y familiares que fueron masacrados por los sinchis en 1983 y dejados a su suerte en una fosa común durmiendo el sueño de los justos. Los peritos del Instituto de Medicina Legal los esperan arriba, junto a las cajas lacradas con los restos de comuneros exhumados hace apenas tres meses. Los oronqoínos se negaron a que el Ministerio Público lleve los restos a la ciudad de Huamanga porque, como ha sucedido otras veces, los entregarían allá y volverlos a traer exigía un esfuerzo, no solo físico, sino también económico imposible.

Felizmente el abogado y activista de derechos humanos Yuber Alarcón, el funcionario de la CMAN José Carlos Alca Huamaní —quien llevó los osarios desde Abancay— y el extraordinario retablista ayacuchano y antropólogo, Edilberto Jiménez, uno de los nexos fuertes entre Huamanga y los chunguinos, caminaron todo ese trote para poder hacer presente al Estado y al movimiento de derechos humanos, apoyado por la cooperación alemana GIZ, a ese remoto lugar de nuestro país.

Los oronqoínos se negaron a que el Ministerio Público lleve los restos a la ciudad de Huamanga porque, como ha sucedido otras veces, los entregarían allá y volverlos a traer exigía un esfuerzo…

Los acompañaron los comuneros que bajaron con las mulas y la única técnica de enfermería que se atreve a andar por esas comarcas, para asistir a los lugareños, en el Centro de Salud de Oronqoy. El centro poblado tiene también una pequeña escuela multigrado, adonde comisionan a aquellos maestros “que se portaron mal” como castigo. Un cuadrilátero de tierra y pasto seco es la Plaza de Armas, adonde los hombre de Apoyo para la Paz (GIZ) llegaron con varias bolsas de ropa cedidas, entre otros, por el Centro Loyola y el grupo de “Jóvenes forjadores de Paz”. Apenas unas pocas cosas que, de alguna manera, hacen presencia del Estado en la zona.

Las masacres de Oreja de Perro

¿Qué sucedió en esa zona? Entre 1982 y 1987 el poblado estuvo tomado por Sendero Luminoso que lo convirtió en “zona liberada”, rebautizándolo como Puka LLacta. Los pobladores fueron obligados a escapar en “retiradas” y los niños adiestrados en la versión senderista de la historia del Perú en la escuela, donde cantaban himnos al “presidente Gonzalo” y aprendían a dibujar la hoz y el martillo. Es preciso dejar constancia que toda la zona había sido visitada múltiples veces, durante la década del 70 y previamente a lo que los senderistas llamaron el Inicio de la Lucha Armada (ILA), tanto por docentes como por estudiantes de la Universidad de Huamanga; incluso se recuerda que Abimael Guzmán llegó a Ongoy el año 1975 para dictar charlas a los jóvenes. Posteriormente la penetración de Sendero Luminoso en toda la zona del distrito de Chungui fue una estrategia muy bien pensada para exigir la “adhesión” de la población. En un testimonio recogido en el libro de Edilberto Jiménez llamado Chungui un poblador recuerda que:

En 1983, en el mes de diciembre, llegaron a Chungui 30 desconocidos armados, entre mujeres y varones, quienes revisaron todo el pueblo. Entraron a la escuela conversaron con los profesores y después nos explicaron que los ricos se tenían que terminar y nos hicieron cantar sus canciones. Después reunieron en la plaza a todos los pobladores y les dijeron que iban a botar al gobierno […] Luego dijeron que las autoridades debían renunciar y nombraron a los responsables de su confianza. Al día siguiente se fueron en dirección a Chapi, retornaron después de casi 15 días y asesinaron al presidente de la comunidad Leonidas Roca y al señor Raúl Juárez.

En el caso de Oronqoy sucedió algo similar y el pueblo entero fue secuestrado porque, al igual que otros, quedaba demasiado “lejos del Perú”. Pero cuando llegó el Estado y se instaló la base de Mollebamba, las injusticias no cesaron. Los sinchis rebautizaron la zona como “Oreja de Perro” y presumieron que si los pobladores no habían presentado resistencia contra los “cumpas” entonces se habían convertido en terroristas ellos mismos. Es así que muchos de los pobladores fueron considerados como terroristas sin más, perseguidos por los sinchis y muchas veces asesinados. Como sostiene el Informe Final de la CVR : “Aparentemente por las informaciones recogidas tanto en Oronqoy como en Chunguió la reacción de la población no fue rebelarse. Sin embargo, esto no es indicador de plena adhesión, ya que hubo pobladores que se refugiaron en sus hatos y migraron hacia las ciudad por temor a las incursiones subversivas, que hacia el 84 se tornaban más violentas…” (p 90).

En 1985 se establece una base militar en Mollebamba que coordina con los recientemente creados comités de Defensa Civil, que depende de Apurimac. Son los mollebambinos en coordinación con los militares quienes en la incursiones a las zonas despobladas, como el propio Oronqoy, roban desde cabezas de ganado hasta pequeñas pertenencias. Si se encontraban con pobladores que se escapaban de las “retiradas” senderistas, los mataban. Como sostiene el Informe Final de la CVR: “Algunos de los antiguos subversivos se pasaron del lado de los militares, especialmente en Mollebamba. En una de sus incursiones, tanto la defensa civil como el EP de Andahuaylas ingresaron a Oronqoy; ahí solo encontraron un pueblo abandonado con animales esparcidos en las pampas. Aprovechando la ausencia de la población tanto la Defensa Civil de Mollebamba como el EP saquearon, quemaron las casas y se llevaron los bienes que la gente había dejado, así también algunos empezaron a llevarse animales que encontraban en su camino…” (p. 109).

la mulaYuber Alarcón en la Plaza de Oronqoy.

Como sostiene el antropólogo Edilberto Jiménez, en toda la zona, los pobladores organizados alrededor de Defensa Civil fueron entrenados directamente por los militares: “Lamentablemente existió una base militar por mucho tiempo, con esta visión de Moyebamba, donde han adoctrinado a comités de autodefensa por el ejército. Entonces ellos han ido en una cacería para atrapar a los demás comuneros, los militares entraron para arrasar los ganados y luego venderlos”.

Tanto los militares de Mollebamba, así como los ronderos de Defensa Civil, fueron despiadados en muchos casos contra la población que, años antes, habían sido cooptados por Sendero Luminoso: “Manifiesta un informante (Testimonio 201316, Chungui (La Mar), 24 de junio del 2002) que en Sillapata, a orillas del rio Pampas, fuerzas represivas encontraron 60 señoras que fueron asesinadas a mansalva formándolas en columnas. Igualmente éste mismo informante denuncia que arrojaron al vacío a 120 mujeres que se habían escondido en la puna, desde Sonqo María. Finalmente reporta que en Oronqoy, en un sector llamado Tayaccata, encerraron a 120 personas entre varones, mujeres y niños en una casa para quemarlos vivos” (p.110).

La MulaRetablista y antropólogo Edilberto Jimenez entrevistando a doña Marcelina: fue abusada durante dos años en Mollebamba

 

Esclavas sexuales

Decenas de mujeres fueron obligadas a dar “servicios” gratuitos de limpieza, cocina y por las noches, las convirtieron a la fuerza en “mujeres de confort” —eufemismo que utilizaron los japoneses durante la guerra—, es decir, mujeres que se las ofrecían a la tropa y a los oficiales para satisfacer sus deseos sexuales. Violadas sistemáticamente estas mujeres pudieron sobrevivir y algunas de ellas tuvieron embarazos producto de esta situación. Muchas campesinas, tanto niñas y hasta ancianas, fueron convertidas en esclavas sexuales por las mismas fuerzas del orden en las que confiaban para que los liberen de los terroristas.

“Los varones valían, las mujeres nada; los varones se quedaban con la mujer que les gustaba y la mujer solo tenía que aceptar, los militares las entregaban sin pena, como si no tuvieran sentimientos […] yo tenía esposo, pero los militares me entregaron a la fuerza a mi actual esposo de Defensa Civil, yo no lo conocía pero tenía que aceptarlo, por mis hijos [a mi primer esposo] lo mataron como a un perro colgándolo de un árbol en la plaza de Chungui. Mi vida es triste…” manifiesta la señora M. a Edilberto Jimenez, en un testimonio que ha consignado en su libro, publicado por el IEP.

Exhumaciones

La MulaEquipo de forenses del Instituto de Medicina Legal

En 1987 en la base de Chapi, Chungui, se nombró al Mayor Miguel Seminario, apodado Ayacuchano, quien cambió la lógica de matanzas y enfrentamientos por otra de apoyo y protección a la población. De esta manera las fuerzas del orden se ganan a la población y SL empieza a retirarse de la zona. Cuando esto sucede, la base militar de Mollebamba y Chapi se desactivan, volviendo los militares a la zona de Abancay y desde 1992 se plantea un programa de repoblamiento tanto de Oronqoy como de los centros poblados aledaños. Durante esos cruentos años murieron en toda la zona de Chungui, según algunos reportes primeros de la CVR, el 17% de la población.

Este año 2015 el Ministerio Público tomó la decisión de exhumar cinco fosas que se encuentran en la zona de Estaca Parada, a tres horas del poblado de Oronqoy, en donde se han hallado aproximadamente 40 cadáveres que deben de ser identificados en el transcurso de estos meses. La masacre, según testimonios de la población, fue producida por los sinchis en el año 1984 y desde esa fecha no se había hecho un reconocimiento, ni de los restos humanos, ni de la zona. Según nos comenta Edilberto Jiménez es muy difícil que se puedan identificar todos los restos, básicamente porque esa zona quedó completamente despoblada

… es probable que pocos sean identificados pues en esas zonas han muerto todos los miembros de una familia o, en todo caso, quienes se salvaron y huyeron y no regresaron nunca más.

Debido a las condiciones de la zona, los forenses decidieron aceptar las exigencias de la población, que les pidieron que no trasladen los restos a Huamanga, Ayacucho, sino que ahí mismo los identifiquen. Por eso, los restos fueron guardados en cajas lacradas, que quedaron depositadas en la misma comunidad. Hasta la fecha solo se han reconocido cuatro cadáveres, el resto tendrán que pasar por pruebas de ADN. Sin embargo, es probable que pocos sean identificados pues en esas zonas han muerto todos los miembros de una familia o, en todo caso, quienes se salvaron y huyeron y no regresaron nunca más. Es decir, no se tiene con quién comparar las muestras, por lo tanto, le queda al Instituto de Medicina Legal pero sobre todo al propio Fiscal Supraprovincial que está viendo el caso, Juan Borjas Rosa, tomar la decisión sobre los restos de nuestros compatriotas.

La MulaLas próximas generaciones: ¿tendrán justicia?

Coda

Oronqoy no significa Oreja de Perro; se usa en quechua para designar a los escarabajos o a los abejorros. El mismo José María Arguedas, en su famoso legado de El zorro de arriba, el zorro de abajo, habló de esos “moscones negrísimos [con la piel] azulada de puro negra, como la crin de los potros verdaderamente negros…” embistiendo los lirios blancos del valle de Puquio. Lejos, al otro lado del departamento de Ayacucho, en la zona de Oronqoy, la maldad negrísima de esos peruanos que solo pensaron en la violencia como respuesta a las necesidades y angustias de la población, abatieron a los lirios blancos, a las florcitas amarillas, a lo más vulnerable de nuestra sociedad: los invisibles, los ninguneados, los insignificantes.

Hoy, después de años de varias masacres en la zona, tanto de senderistas como de las fuerzas del orden, Oronqoy significa vergüenza.

por Rocío Silva Santisteban

Fotos Edilberto Jiménez

Publicado por La Mula

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Trial Reports

Tantarpata: entierro digno

Por Percy Rojas y Gisela Ortiz
Equipo Peruano de Antropología Forense

Doña Elena y doña Áurea, han llegado a Huamanga el domingo 30 de noviembre, después de un largo viaje de 7 horas desde Tantarpata. Con ellas también han venido la sra. Frida y Wilber Susaya familiares de las cuatro víctimas cuyos restos se entregarán en el Ministerio Público el día lunes.

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Desde Lima han llegado algunas autoridades para presidir la ceremonia de restitución de cuerpos. “Hay que pedir perdón a los familiares por lo que ha ocurrido pero también por la larga espera y agradecerles por su paciencia” dice el fiscal Víctor Cubas Villanueva, Fiscal Superior Coordinador de las fiscalías supra provinciales que ven los casos de derechos humanos. “Lo que hemos avanzado (cerca de 3,000 exhumaciones) es casi el 20% de todo lo que nos falta. Todos quisiéramos que ésta fuera la última ceremonia de entrega de restos pero aún falta mucho por hacer y tenemos que seguir trabajando por la familias que siguen esperando”.

El Monseñor de Ayacucho, Salvador Piñeiro, comprometido con estos temas y que acompaña cada una de estas ceremonias señaló: “No hay palabra humana de consuelo […] La Iglesia despide a sus hijos agradeciendo lo bueno que han hecho pero también es ocasión para seguir comprometiéndose”.

Muy temprano, el martes 02 de diciembre, salimos hacia el distrito de Chungui, ubicado en la provincia de La Mar, al noreste de la región Ayacucho. La geografía de la zona es muy variada, cuenta con diversos pisos ecológicos que van desde los 800 msnm hasta los 4800 msnm. Tantarpata es uno de los anexos de Chungui. Fue en esta comunidad donde, en las primeras horas de la mañana del mes de abril de 1989, incursionan miembros de Sendero Luminoso, algunos de ellos vestían uniforme militar, y convocan a la población a una reunión. Una vez reunidos seleccionan a algunas personas quienes son ingresados al local comunal. Ese día asesinaron a 10 personas y dejaron un herido de bala. Las víctimas fueron enterradas por sus familiares apresuradamente.

No todas las víctimas fueron exhumadas, algunos cuerpos fueron difíciles de encontrar en el cementerio y de otros, sus familiares ya no viven en la comunidad, se desplazaron a Lima. Esta ceremonia de restitución es de víctimas que estaban enterradas en el cementerio de la comunidad y que fueron exhumadas para ratificar su identidad y entregarles el certificado de defunción que permita sanear la situación legal de las víctimas pero también de sus familiares: que las viudas o viudos puedan volver a casarse, que se tramiten herencias, que se vendan propiedades conyugales. Quizás por ello, porque los familiares siempre los tuvieron cerca, la angustia no es tan grande como en los casos de desaparición forzada, aunque el dolor siga siendo el mismo ante la muerte del esposo, del padre, del hermano y siga dejando secuelas.

Hoy en Tantarpata, hay que pedir perdón a Áurea, a Elena, a Frida, a Wilder y a los comuneros e hijos de esta comunidad por el horror que vivieron, por la insania de sendero luminoso pero también por la injusticia.

¿Qué le pide Usted al Estado? Le preguntamos a doña Elena: “Con tanto sacrificio, con faenas comunales hemos construido la posta médica y la escuela, hasta ahora no tenemos enfermeras y no funciona la posta. En la escuela nos faltan profesores”. Esa es la realidad que viven los peruanos de Tantarpata después de sobrevivir y enfrentar a sendero. El Estado, que somos todos y todas, tenemos una deuda con Tantarpata, porque cuando la muerte acechaba a diario no tuvieron tiempo para despedirse de sus seres queridos, no pudieron vivir su duelo ni consolarse entre ellos. Hoy se despiden de ellos, los entierran dignamente pero aún quedan pendientes obligaciones que atender.

Les pedimos perdón por el pasado que sigue siendo un presente. Por el abandono. Lo hacemos por ellos pero también por nosotros mismos.

PARA RECORDAR:

  1. Según el Ministerio Público las cifras de desaparecidos en nuestro país, producto del conflicto armado interno serían 15,000.
  2. El Equipo Peruano de Antropología Forense –EPAF, es una organización sin fines de lucro que fue creada el año 2003. Trabaja en la búsqueda de personas desaparecidas, análisis de las víctimas e identificación; en recojo de memorias individuales y colectivas y en capacitación en temas de antropología forense.
  3. Desde su fundación ha recuperado 179 víctimas; analizado 486 individuos e identificado a 219 víctimas.
  4. Hemos recogido cerca de 4,000 Fichas Antemortem, principalmente en Ayacucho; 924 muestras de referencias de los familiares y 534 muestras óseas de las víctimas.
  5. Todo este trabajo realizado se hacen con fondos de la cooperación internacional sin que le cueste nada al Estado y que coadyuva en el derecho a saber de los familiares.
  6. El Equipo Forense Especializado del Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público desde el año 2006 hasta julio del 2014, han exhumado 2,925 cuerpos. Identificado 1,689 y entregado a sus familiares (restituido) 1,485.
  7. La Comisión de la Verdad y Reconciliación-CVR recogió un total de 294 testimonios de las comunidades de Chungui.

SUMILLA DE FOTOGRAFÍAS:

Familiares de Tantarpata, del distrito de Chungui, recogen los restos y documentos de sus familiares asesinados por Sendero Luminoso en el Ministerio Público de Huamanga, Ayacucho.
Familiares de Tantarpata, del distrito de Chungui, recogen los restos y documentos de sus familiares asesinados por Sendero Luminoso en el Ministerio Público de Huamanga, Ayacucho.

Foto I: Familiares de Tantarpata, del distrito de Chungui, recogen los restos y documentos de sus familiares asesinados por Sendero Luminoso en el Ministerio Público de Huamanga, Ayacucho.

Tantarpata está ubicado a 233 kilómetros de Huamanga, en la margen izquierda del río Pampas.
Tantarpata está ubicado a 233 kilómetros de Huamanga, en la margen izquierda del río Pampas.

Foto II: Tantarpata está ubicado a 233 kilómetros de Huamanga, en la margen izquierda del río Pampas.

Las señoras Elena Castro y Aurea Palomino trasladan a su familiar para ser velado en su domicilio.
Las señoras Elena Castro y Aurea Palomino trasladan a su familiar para ser velado en su domicilio.

Foto III: Las señoras Elena Castro y Aurea Palomino trasladan a su familiar para ser velado en su domicilio.

Familiares abren el ataúd para despedirse de su ser querido.
Familiares abren el ataúd para despedirse de su ser querido.

Foto IV: Familiares abren el ataúd para despedirse de su ser querido.

Preparando el lugar donde será enterrado don Rafael Ramos Salas.
Preparando el lugar donde será enterrado don Rafael Ramos Salas.

Foto V: Preparando el lugar donde será enterrado don Rafael Ramos Salas.

La señora Aurea Palomino acompaña los restos de su esposo camino al cementerio.
La señora Aurea Palomino acompaña los restos de su esposo camino al cementerio.

Foto VI: La señora Aurea Palomino acompaña los restos de su esposo camino al cementerio.

Ahora sí don Rafael Salas es enterrado dignamente despedido por su esposa y su sobrina.
Ahora sí don Rafael Salas es enterrado dignamente despedido por su esposa y su sobrina.

Foto VII: Ahora sí don Rafael Salas es enterrado dignamente despedido por su esposa y su sobrina.

Aurea Palomino recuerda que en aquella fecha no tuvieron tiempo de enterrarlo dignamente, no había gente para ayudar en el entierro. "A todas las mujeres nos rodearon los senderistas y solo había un espacio por donde logramos escapar algunas mujeres. Yo creo que Dios me ayudó a escapar. Cuando los senderistas se retiraron yo me acerqué a la casa comunal a buscar a mi esposo, él estaba muerto, le habían disparado dos veces." Nos dice.
Aurea Palomino recuerda que en aquella fecha no tuvieron tiempo de enterrarlo dignamente, no había gente para ayudar en el entierro. "A todas las mujeres nos rodearon los senderistas y solo había un espacio por donde logramos escapar algunas mujeres. Yo creo que Dios me ayudó a escapar. Cuando los senderistas se retiraron yo me acerqué a la casa comunal a buscar a mi esposo, él estaba muerto, le habían disparado dos veces." Nos dice.

Foto VIII: Aurea Palomino recuerda que en aquella fecha no tuvieron tiempo de enterrarlo dignamente, no había gente para ayudar en el entierro. “A todas las mujeres nos rodearon los senderistas y solo había un espacio por donde logramos escapar algunas mujeres. Yo creo que Dios me ayudó a escapar. Cuando los senderistas se retiraron yo me acerqué a la casa comunal a buscar a mi esposo, él estaba muerto, le habían disparado dos veces.” Nos dice.

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News Reports on Transitional Justice in Peru

Empatía

Por Eduardo Dargent (*)

Esta semana en Huamanga el Ministerio Público entregó a sus familiares los restos de 65 ciudadanos asesinados durante el periodo de violencia política. Las imágenes son poderosas. Un largo cortejo de ataúdes blancos, familiares que esperaban este día desde hace décadas. Sus historias muestran tanto la insania del totalitarismo senderista como los abusos de un Estado que trató a parte de sus ciudadanos como desechables. En estos años se han recuperado cerca de 3,000 cuerpos en fosas clandestinas, e identificado y entregado a sus familias alrededor de 1,500. Faltan miles más.

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Esta historia, sin embargo, fue largamente ignorada por los medios y la ciudadanía en general. Salvo excepciones, los deudos no tuvieron espacio en la esfera pública. Los titulares de la semana se los llevaron el ministro gritón y el entornillado de la FIFA. Ningún político les dedicó siquiera unas palabras.

No puedo decir que me sorprendan estos silencios. Pero sí deben seguir indignándonos. En Argentina una abuela de mayo recupera a su nieto y es notica varias semanas. Aquí enterramos a decenas de compatriotas y los ignoramos. ¿Qué nivel de indolencia, de ausencia de empatía, es necesario para que tantos muertos pesen tan poco?

Además de ser un acto de justicia, estos eventos tienen un enorme potencial de docencia democrática. Estas historias podrían enseñar a aquellos que piden mano dura frente a todo fenómeno y despotrican contra los derechos humanos que la incapacidad del Estado para distinguir entre inocentes y culpables es una buena razón para valorar y reforzar la legalidad. Varias historias muestran cómo el Estado en tiempos democráticos mantuvo formas de actuación propias de un Estado autoritario, indicando que las transiciones políticas solo raspan la superficie de formas arraigadas de exclusión y abuso en una sociedad desigual. Nos recuerdan, además, en qué medida el Senderismo fue un proyecto de moledores de carne que debe avergonzar a los pocos que hoy simpatizan con ese totalitarismo de manual. Todo eso se pudo decir, y no se dijo.

Podríamos quedarnos con la nota pesimista, pero déjenme darle otra mirada al asunto que sirva de reconocimiento a quienes, al perseverar buscando justicia, sí hacen docencia democrática. Si tomamos en cuenta las condiciones del conflicto peruano y sus legados, no es poco lo que se ha avanzado. Las víctimas del conflicto fueron en su mayoría de sectores rurales. Sus familiares fueron desplazados, amenazados y carecían de recursos para actuar como un grupo de presión frente al Estado. La sociedad civil que los apoya fue y es relativamente débil. El Poder Judicial y Ministerio Público no solo son débiles, sino que por años fueron controlados por gobiernos que buscaron impunidad. Y el poder de las Fuerzas Armadas fue (y es) alto, especialmente durante años clave para recoger información. Para colmo, no existe un partido político fuerte que haga suyas las demandas de los familiares de desaparecidos.

Todo apuntaba a que la búsqueda de justicia sería cuesta arriba. Y sin embargo, gracias a que se aprovecharon ciertas oportunidades (la transición que permitió la CVR), las redes de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, el compromiso de algunas autoridades y, especialmente, la perseverancia de los familiares, se ha avanzado. No lo suficiente, pero tampoco lo minimicemos. El reto es lograr que otros nos compremos esta lucha. Quizá esas nuevas clases medias, hijas de los migrantes de la violencia, tengan la sensibilidad y empatía que nos han faltado.

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Eduardo Dargent
Eduardo Dargent

Eduardo Dargent (*)

Profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP. Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Texas en Austin, máster en filosofía política de la Universidad de York, Reino Unido. Sus temas de investigación son la política de las políticas públicas, economía política y partidos. En el 2009 publicó Demócratas Precarios (IEP).

 

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Publicado en La República el 1° de Noviembre de 2014

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Hace tres décadas les arrebataron a sus seres queridos; ayer recibieron sus restos

  • Huesos y prendas de hombres, mujeres y niños asesinados entre 1984 y 1991 por terroristas e inescrupulosos militares y policías fueron recuperados de fosas clandestinas y entregados a sus familiares por el Ministerio Público.

Texto y fotos: Miguel Mejía Castro – Desde Huamanga

Restos óseos de 65 personas, la mayor parte campesinos victimados en la región de Ayacucho en los años 80 y 90, fueron entregados por funcionarios del Ministerio Público a los familiares de aquellos en la ciudad de Huamanga.

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Las 28 investigaciones fiscales realizadas han determinado que 51 víctimas fueron asesinadas por Sendero Luminoso y 29 por las fuerzas del orden. (Miguel Mejía Castro)
Las 28 investigaciones fiscales realizadas han determinado que 51 víctimas fueron asesinadas por Sendero Luminoso y 29 por las fuerzas del orden. (Miguel Mejía Castro)
Las 28 investigaciones fiscales realizadas han determinado
que 51 víctimas fueron asesinadas por Sendero Luminoso
y 29 por las fuerzas del orden.
(Miguel Mejía Castro)
En los ataúdes, de un poco más de un metro de largo, fueron colocados los huesos, además de las prendas de vestir y los objetos que portaban los comuneros en el momento que fueron ejecutados.

La madera de los ataúdes pintada de blanco resplandecía con el fuerte sol de la mañana, como las lágrimas que dejaban caer los parientes que llegaron a la capital de la región desde 25 comunidades de las serranías de Ayacucho. La tristeza que embargaba a los presentes era tan intensa que parecía que las víctimas hubieran muerto ayer y no hace más de dos décadas.

Angélica Cusi Díaz, de 75 años, cuyo esposo, hija y nieta fueron asesinados por Sendero Luminoso en 1984, tiene grabado el momento que le quitaron a su familia.

“Mi hija Lucía Cuadros tenía 14 años cuando fue llevada a la fuerza por el senderista Mario Flores Zevallos y la hizo su pareja; en aquellos años mi esposo era teniente gobernador de Belén Chapi y los terroristas lo mataron, por ello mi Lucila intenta escapar de los terroristas pero fue capturada y asesinada por el mismo Mario Flores que aún sigue vivo”, lo dice entre lágrimas la señora Angélica.

Con Lucila también murió el bebé de meses que llevaba en el vientre. La anciana llegó a Huamanga el domingo pasado, tras dos días de viaje desde el distrito de Belén Chapi. Ese día, en el local del Instituto de Medicina Legal, fue testigo del traspaso de los restos de su hija y su nieta, guardados en cajas por los forenses, a un ataúd. Antes de que sellen el féretro, un llanto incontenible se apoderó de la mujer, quien se arrodilló y tocó los restos óseos de lo que había sido su hija en vida.

DESENTERRANDO

Los cuerpos entregados ayer fueron exhumados el 2011 y 2013 de fosas comunes clandestinas. Los titulares de la primera y segunda fiscalía de Ayacucho, a cargo de las investigaciones, han determinado, basados en testimonios de los sobrevivientes, que los asesinatos fueron cometidos por policías, militares y miembros de Sendero Luminoso.

El equipo Forense Especializado del Ministerio Público (EFE) estuvo dedicado a la labor de identificación de las víctimas estos años. “Los 65 restos humanos y elementos asociados fueron identificados por métodos forenses antropológicos, odontológicos y pruebas de ADN, luego de un proceso de investigación interdisciplinaria que duró 4 años (2011-2014)”, afirma Luis Rueda, jefe del EFE en Ayacucho.

Según Rueda, los casos vinculados a esta entrega de restos humanos están relacionados con 28 investigaciones de las Fiscalías Penales Supraprovinciales de Ayacucho y Huancavelica y guardan relación con la violación de los derechos humanos. “Entre las víctimas tenemos hombres, mujeres y niños y la causa de muerte de gran parte de ellos ha sido por traumatismo craneal múltiple severo, por proyectil de arma de fuego, traumatismo torácico ocasionado por un agente duro (piedra) o traumatismo torácico por arma blanca”, agrega el forense.

La ceremonia de entrega de cuerpos en el local del Ministerio Público de Ayacucho duró tres horas y culminó al mediodía. Aquí se congregaron alrededor de 200 familiares de las víctimas y contó con la presencia del fiscal de la Nación, Carlos Ramos Heredia, el jefe nacional del Instituto de Medicina y los fiscales a cargo de las investigaciones de las matanzas en Ayacucho y Huancavelica.

“Tenemos una tarea bien dura que cumplir, sabemos que hay muchas fosas por descubrir y de manera efectiva se debe incrementar también los médicos forenses y fiscales especializados en derechos humanos para que intervengan en estos casos”, dijo el Fiscal de la Nación.

Luego del acto oficial los féretros fueron trasladados en vehículos hasta la plaza de armas de Huamanga, donde se realizó una procesión antes de ser trasladados al atrio del Templo de la Compañía de Jesús, en el que se celebró una misa al final de la cual algunos de los familiares emprendieron el camino de vuelta a sus poblados con los ataúdes.

LE QUITARON A SU FAMILIA

Otro campesino que llegó a Huamanga para recoger los restos de sus familiares fue Julio Quispe Moisés (48), quien perdió casi a todos. En 1985 efectivos de una patrulla militar ingresaron violentamente a Bellavista, un poblado del distrito de Vischongo; encerraron a los pobladores en una vivienda acusándolos de ser aliados de Sendero. Al día siguiente, los sacaron para ir matándolos en el trayecto a la comunidad de Umaru, relata el comunero.

“Antes de que rodeen el pueblo pude escapar con mi hermano y nos escondimos en una quebrada, ahí pasamos todo el día y cuando salimos por la noche vimos que los habían matado a todos, entre ellos estaban mi mamá, mi papá, mi hermana, mi esposa, mi hija, mi tía y mi prima, y a todas las enterramos en la oscuridad”, relata el hombre que solo se llevará los restos encontrados de las cuatro últimas.

En este caso, la información de la fiscalía sostiene que los militares asesinaron a 59 personas en los linderos de cuatro comunidades del distrito de Vischongo, provincia de Vilcashuamán, a fines de agosto de 1984: Umaru, Bella Vista, Machaypunco y Ccaccahuayqo.

1689 VÍCTIMAS YA IDENTIFICADAS

Las estadísticas del Equipo Forense indican que desde que empezó el programa de exhumaciones en el 2006, hasta julio del 2014, en todo el país se recuperaron 2925 cuerpos, se identificaron a 1689 y se han entregado a sus familiares 1485.

Estas cifras son pequeñas comparadas con las proporcionadas el 2003 en el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que fija en 15 mil los desaparecidos por la guerra interna.

“Es una satisfacción darles cristiana sepultura a los seres queridos después de muchos años, otros tenemos aún el corazón adolorido por no encontrarlos y no lograr que los culpables sean castigados”, dice Adelina García, presidenta de la Asociación de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú. Ella aún busca a su esposo, desaparecido en el cuartel Los Cabitos en Ayacucho en 1983.

Publicado por La República, el 28 de octubre de 2014

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Huérfanos de la guerra buscan a sus familiares entre las fosas desenterradas

Según el informe de la CVR, entre 1983 y 1994, los añosde mayor violencia en el distrito de Chungui, 1,384 civiles fueron víctimados por Sendero Luminoso, ronderos y fuerzas de seguridad. La exhumación reciente de 56 restos de comuneros por un equipo forense convocó a hombres y mujeres que cuando niños fueron testigos de la violenta muerte de sus parientes.

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Encuentro. Robin y su esposa Mercedes cargan los restos de su padre
Encuentro. Robin y su esposa Mercedes cargan los restos de su padre
Encuentro. Robin y su esposa Mercedes
cargan los restos de su padre
Los persistentes golpes que imprime Félix Pacheco Casafranca en el alcantilado apenas se escuchan. El eco del pico metálico que usa para perforar la montaña se disuelve en el viento fuerte, que se desplaza por el cañón del río Apurímac. Cuando el Equipo Forense Especializado (EFE) llegó a mediados de noviembre a Huallhua, una aldea de Chungui, Félix Pacheco tenía ya 48 horas buscando entre las rocas los restos de su padre, asesinado en 1984.

“Mis papás habían salido temprano a buscar agua al monte cuando escuchamos disparos, solo recién al caer la noche mi mamá regresó. Ella me contó que los ronderos y militares de la base de Mollebamba mataron a mi papá”, afirma Félix, mientras hace descansar la punta de acero de su herramienta en el hombro. Félix cuenta que el cuerpo de su padre fue enterrado aquella vez por su tío en el desfiladero llamado Artesonpata, pero ahora, transcurridos 29 años, no ubica sus restos. El plan trazado por el EFE no tiene registrada oficialmente esta fosa.

La violencia atrapó a las comunidades y caseríos de Chungui a partir de 1983 cuando Sendero Luminoso instaló allí su bastión para enfrentar a los militares y policías, según el antropólogo Edilberto Jiménez, uno de los investigadores de la CVR.

“Muchos comuneros fueron obligados por Sendero a dejar sus pueblos y vivir en la montaña, en grupos de 30 personas, entre niños, mujeres, ancianos y hombres jóvenes, eran la masa. Los pequeños eran los pioneros, pero a los 12 años pasaban a formar la milicia. Los jóvenes eran la fuerza principal, pero ellos no tenían armas como los militares, por eso no había un enfrentamiento directo”, afirma Jiménez.

NIÑOS QUE FUERON

El viento sopla favorable en Pinto, otro sector de las montañas de Chungui. Allí Robin Quispe Días, de 52 años, busca desde hace tres días la tumba de su padre Sebastián Quispe, asesinado en 1987. Robin Quispe cree que una señal divina se ha materializado para concluir su búsqueda. “Hace 10 años quise cazar un venado y cuando lo seguía, encontré la fosa. Ayer, otro venado me trajo aquí”, comenta Sabino Castro, cuñado de Robin.

Alex Curi, arqueólogo del EFE, escarba la tierra, y el rostro de Robin expresa un gesto doloroso. No solo se ha abierto la tierra, sino la herida que conserva este hombre. Reconoce la cruz que antes lucía en el pecho de su padre y que ahora está adherida a la camisa que cubre las costillas de la osamenta.

Felix Pacheco, pico en mano, explica al Equipo Forense Especializado (EFE) donde estaría la fosa que conserva los restos de su padre asesinado hace 30 años
Felix Pacheco, pico en mano, explica al Equipo Forense Especializado (EFE) donde estaría la fosa que conserva los restos de su padre asesinado hace 30 años
Felix Pacheco, pico en mano, explica al Equipo Forense
Especializado (EFE) donde estaría la fosa que conserva
los restos de su padre asesinado hace 30 años
“Un mes después de que los senderistas nos obligaron a estar en el monte, llegaron los militares. Huíamos por todas partes, pero la explosión de una granada lanzada por ellos mató a mi padre; solo mi esposa mi hija y yo logramos escapar”, recuerda Robin. Al escalar por los cerros para evitar morir asesinada, su esposa Mercedes Castro perdió al bebé que llevaba en su vientre.

Ahora, Mercedes, de 51 años extrae de su manta seis tamales, un bloque de queso una gran bolsa de maíz sancochado, y los comparte con otros mientras la exhumación de su suegro continúa.

Con el aliento recuperado, el arqueólogo coloca el tórax y la pelvis del difunto en una caja, y las extremidades con el cráneo en otra. Robin coloca lo primero en su manta y Mercedes envuelve la caja en la suya. Ambos ascienden hasta el pueblo de Huallhua cargando sobre sus espaldas lo desenterrado.

Otro episodio violento en Chungui lo vivió Valentín Casa Quispe en 1986. Era un niño de 9 años cuando encontró los cuerpos inertes de su madre, hermana y sobrina en un paraje denominado Suyrurupampa. Dos semanas después sería testigo del asesinato de su padre.

“Después de enterrar a mi madre, huimos con mi papá por el monte cuando nos topamos con los ronderos. Yo corrí de la mano de mi papá pero a él lo agarraron. Yo logré saltar hacia un acantilado, y escondido entre la hierba vi a mi padre arrodillado atado de manos, y cómo un rondero le corta de un machetazo la nariz y luego el cuello”, cuenta Valentín.

Sacrificio. La exhumación requiere de fortaleza física de los forenses
Sacrificio. La exhumación requiere de fortaleza física de los forenses
Sacrificio. La exhumación requiere de fortaleza
física de los forenses
Cuando los asesinos partieron, el pequeño Valentín corrió y abrazó el cuerpo aún con vida. “Papay, papay grité llorando, y cuando sus ojos se pusieron blancos se cayó todo”, recuerda.

Comuneros de Huallhua sepultaron a Porfirio Casa Berrocal en un sector llamado Chaquiccmayo. El EFE exhumó los restos óseos de la mamá de Valentín hace dos semanas y exhumarán al de su padre el presente mes.

Valentín apoyó las exhumaciones que el EFE desarrolló en Chungui. Sobre el lomo de sus 10 acémilas se transportaron las osamentas recuperadas a través de las montañas de esta zona, llamada Oreja de Perro.

La violencia dejó en Chungui decenas de niños huérfanos que siguieron huyendo como Félix, Robin y Valentín. Otros como Eugenia Quispe Alarcón fueron ofrecidos a los comuneros de la comunidad de Mollebamba.

Eugenia tenía 7 años cuando ejecutaron a sus hermanas en el caserío de Chaupimayo y a su padre en la base militar de Mollebamba en 1984. Tras esta desgracia, la niña pasó dos años en el monte comiendo hierbas sancochadas y maíz crudo. “Seguía a hombres y mujeres que estaban con sus hijos. Cuando los militares me capturan y me llevan a Mollebamba yo había cumplido 9 “.

 Pérdida. Representación de la muerte del padre de Valentín Casa, realizada por Edilberto Jiménez en su libro "Chungui, dolor sin lágrimas"
Pérdida. Representación de la muerte del padre de Valentín Casa, realizada por Edilberto Jiménez en su libro "Chungui, dolor sin lágrimas"
Pérdida. Representación de la muerte del padre de
Valentín Casa, realizada por Edilberto Jiménez en su libro
“Chungui, dolor sin lágrimas”
Los militares la entregaron a la campesina Lorenza Hurtado Alarcón, quien la obligó a pastar su ganado y servir en su casa. “A mí la señora me maltrataba, me gritaba y siempre comentaba en la comunidad que había recogido a una terruquita”. Un año después, su tío Antonio Quispe Nieve la rescató y la llevó a Andahuaylas.

RAZONES DE LA VIOLENCIA

La antropóloga e investigadora de la universidad inglesa de Cambridge, Nathalie Koc-Menard, quien ha estudiado a profundidad la zona, considera que pocos entienden lo que pasó en Chungui en los años ochenta.

“Al inicio, el proyecto de Sendero caló en varias zonas, porque tras la reforma agraria se crea desigualdades en esta zona. Unos comienzan a tener más ganado y poder en la comunidad, y otros no. Surgen envidias y peleas internas entre los comuneros”, afirma Koc-Menard.

Entre comunidades también se crearon rencillas por los linderos y las tierras, lo que ocasionó disputas, las cuales se manifestaron cuando los militares deciden acabar con la presencia senderista.

“Los ronderos dicen: a mí me matan si no sigo las órdenes del mayor del Ejército. Y la política militar era: estoy con ellos o contra ellos. Ahora, entre militares y ronderos se culpan. No fue una guerra entre dos países, fue una guerra que cruza todo lo que podemos creer de convenciones internacionales”, afirma la antropóloga.

Fosa. Mujeres y niños fueron hallados con signos de haber sido fusilados
Fosa. Mujeres y niños fueron hallados con signos de haber sido fusilados
Fosa. Mujeres y niños fueron hallados con signos
de haber sido fusilados
El tiempo transcurrió desde entonces y la vida de la población de Chungui sigue tan precaria como cuando llegó Sendero con su discurso. Más del 50% de sus habitantes son pobres extremos, no hay carreteras, y solo algunas comunidades tienen suerte de tener un profesor y un colegio, además no tienen luz ni señal telefónica. El Estado y las ONG de derechos humanos han olvidado esta castigada zona. Por ahora, sus pobladores solo piensan en curar las heridas, enterrando con dignidad a sus familiares asesinados.

CLAVES

  • En las diligencias realizadas por el EFE en Chungui, entre noviembre de 2005 y junio de 2013, se recuperaron 166 restos humanos, de los cuales se identificaron 102 y fueron entregados a sus familiares cien cuerpos.
  • A mediados de 2014, el EFE hará entrega de estos restos a sus familiares en la capital del distrito de Chungui. La última expedición forense se realizó entre el 5 y 20 de noviembre último; y se exhumaron 19 fosas, encontrando 56 osamentas, en su mayoría mujeres acompañadas de niños o niñas.
  • En abril de 2011, la ONG Comisión de Derechos Humanos denunció al ex mayor de Infantería del Ejército Pedro Baca Doig, ex jefe militar de Chungui en los ochenta. A inicios de 2013 la Segunda Fiscalía Penal Supraprovincial de Ayacucho lo ha citado para que declare por la masacre en el distrito.

Señal. El trazo en las vértebras del cuello indica que víctimas fueron degolladas
Señal. El trazo en las vértebras del cuello indica que víctimas fueron degolladas
Señal. El trazo en las vértebras del cuello indica que víctimas fueron degolladas

Publicado originalmente en La República, el 5 de diciembre de 2013

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19 fosas conservan los restos de 56 civiles en las alturas de Chungui

Texto y fotos de Miguel Mejía Castro

Lo primero que encuentran los forenses es el casquillo de un proyectil que lleva grabado en la superficie “FAME 77” (Fábrica de Armas y Municiones del Ejército). Tres horas después, descubren bajo 15 centímetros de tierra, el esqueleto de un menor próximo a los 3 años. La osamenta aún conserva la chompa roja que vestía su cuerpo cuando respiró por última vez en 1986, año que los sobrevivientes afirman ocurrió la matanza en este paisaje conocido como Suyrurupampa. Otras cuatro fosas son ubicadas en el mismo lugar por el Equipo Forense Especializado del Ministerio Público (EFE). Toda el área tiene el tamaño de una cancha de vóley y lo escrutado aquí es espantoso: trece menores entre 2 y 16 años; y dos mujeres entre 25 y 40 años, probablemente fusilados y desmembrados, según observan los especialistas en las lesiones de los huesos. Otro casquillo de fusil de guerra calibre 77 aparece.

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El arqueólogo Dannal Aramburú limpia restos óseos de lo que aparenta ser una mujer y su niña. Los análisis confirman que a las dos les cortaron el cuello © La República
El arqueólogo Dannal Aramburú limpia restos óseos de lo que aparenta ser una mujer y su niña. Los análisis confirman que a las dos les cortaron el cuello © La República
El arqueólogo Dannal Aramburú limpia restos óseos de lo
que aparenta ser una mujer y su niña. Los análisis
confirman que a las dos les cortaron el cuello
© La República
La exhumación se desarrolla en Chungui, un distrito de la provincia de La Mar en la región Ayacucho donde murieron 1.384 personas entre 1983-1994, todos victimados por Sendero Luminoso, Comités de Autodefensa y Fuerzas del Orden o Policiales, según los cálculos del Ministerio Público. Es la expedición forense más ambiciosa que se emprende en el Perú y que ahora revela, en Chungui, el rostro más horrendo de la violencia política.

Mientras los esqueletos de Suyrurupampa son limpiados en las fosas por los arqueólogos, van aflorando ganchos de aluminio para cabello, ojotas de niña hechas de caucho, sujetadores para trenzas, un plato y una olla de metal. Además las osamentas aún visten sus chompas, faldas y cintas multicolores. Pero lo que mejor se conserva es el color cobre de los casquillos de bala.

Aquí se llega después de viajar quince horas en camioneta desde Andahuaylas hasta el pueblo de Amaybamba en la región Cusco. En este pueblo espera Valentín Casa Quispe, un joven arriero de 36 años que carga en sus 10 acémilas todo el equipaje y herramientas para las exhumaciones. Él tiene un interés adicional en apoyar las labores del equipo fiscal, porque cree que en una de las fosas se encuentran los restos de su madre asesinada en 1986, cuando era un niño de 9 años.

Con Valentín se emprende una extenuante caminata de catorce horas por un sendero de herradura que desciende zigzagueando una pared del cañón del río Apurímac. Luego de cruzar el torrente por el puente Pumaccasa se penetra en Chungui, hasta ascender al pueblo de Huallhua, sobre los 2.284 msnm. El equipo de EFE fija una improvisada oficina donde se delinean los últimos detalles. Es necesario caminar cinco horas más al sur, para llegar a Suyrurupampa, donde se empiezan a explorar las primeras fosas.

Al caer la tarde en este paraje, se explora la cuarta fosa y dos anillos aparecen entre una osamenta. Valentín asegura a los especialistas que ella fue su madre. Él recuerda que vio por última vez las oxidadas alhajas en los dedos su progenitora Elena Quispe Alarcón, que fue ejecutada junto a su hermana Juana y la hija de esta. Parado frente a la fosa, Valentín mira cómo dos falanges desnudas cruzan las sortijas, pero no derrama ni una lágrima. “He llorado casi toda mi vida, aquí las enterramos mi padre y yo, dos días después de que la asesinaron los ronderos y una patrulla del ejército de Mollebamba”, comenta.

El campamento que albergó al equipo por 4 días, a 80 metros de las fosas, es desmantelado, y regresa a Huallhua con el cargamento sobre el lomo de ocho acémilas. En una de las aulas de la única escuela primaria se guardan las osamentas en cajas de cartón. En el mismo salón duermen doce de los veinticinco miembros del EFE, compuesto por antropólogos, arqueólogos, odontólogos, biólogos y dos fiscales de Ayacucho.

CHAUPIMAYO

Al día siguiente la mitad del grupo se desplaza a Chaupimayo, un paraje de vegetación enmarañada, clavado en medio de una montaña a cinco horas de Huallhua. Un frondoso árbol de mango cubre con su sombra la denominada Fosa 2. El arqueólogo Dannal Aramburú lleva cinco horas delineando con su navaja, brocha y badilejo la escena del crimen. No es fácil desprender de la tierra las osamentas de lo que parece una mujer y su pequeña. Las raíces se han alimentado de ellas durante 29 años, penetrando las fibras de su vestimenta, los resquicios de sus articulaciones y las fisuras de sus cráneos, hasta encadenarlas al subsuelo.

Antes de terminar y guardar los restos en bolsas clasificadas, el arqueólogo levanta un hueso del cuello, luego dos más, los desempolva con un pincel y comenta: “Fiscal, las incisiones en las vértebras indican posible muerte por degollamiento”. La niña tiene alrededor de seis años y la mujer más de 25. “Las edades se precisarán en el laboratorio”, añade. La fiscal Gloria Pareja Quispe, de la Segunda Fiscalía Penal Supraprovincial de Ayacucho, anota en su cuaderno.

Eugenia Quispe Sánchez (35) se presentó en el lugar y recordó el horror de esta masacre. “Tenía 7 años en 1984 y me escondí en el monte cuando vi cómo los militares mataron a mi hermana Juana Quipe Sánchez (16) y aquí, cerca del río me contaron que igual pasó con variaspersonas y mi medio hermana Julia Montes Sánchez (25) que murió con su bebé de dos años”.

La mujer señala que los cuerpos de las dos últimas cayeron por una quebrada, a las aguas del río Antaccacca. Un viejo comunero que prefiere que su nombre no sea publicado corrobora el testimonio, añadiendo que los militares actuaron junto a los ronderos de la comunidad de Mollebamba, que dista a 24 horas de camino.

Las Fosas 3 y 4 se encuentran en el mismo paraje; aquí se exhuman los restos de dos mujeres, un hombre y partes de un cuerpo adulto de sexo no determinado. Las incisiones en las vértebras confirman que el método de asesinato fue el degollamiento. Al día siguiente se devela la Fosa 1, que bajo dos metros de tierra esconde los cuerpos de 6 niños o niñas y 4 mujeres. Un proyectil de fusil es encontrado entre los pies desmembrados de una de las víctimas. El último cuerpo que se levanta es el de un menor de menos de un metro de alto, el cual lleva un sombrerito blanco y un pequeño bolso de lana roja que combina con su chompa del mismo color.

Cuando la sombra de las montañas cubre nuestro campamento, la fiscal cree que el testimonio de Eugenia Quispe puede conducir al equipo a una posible quinta fosa. El arqueólogo Dannal Aramburú desciende 50 metros hasta la ribera del río Antaccacca sujetando una soga y empieza una búsqueda metodológica. En veintinueve años la maleza y los derrumbes han cambiado el panorama. El experto observa el cascajo que cubre la tierra, el deterioro de las paredes del acantilado, y descarta posibles lugares en el suelo. Dos comuneros siguen sus órdenes: levantan grandes piedras y realizan huecos con picos en lugares específicos.

En pocos minutos una herramienta desentierra un pedazo de ropa. El hallazgo corrobora la versión de Eugenia: los restos de una mujer joven y de una niña con edad promedio de dos o tres años son encontrados junto a la osamenta de una adolescente. Otra vez las vértebras del cuello están grabadas con los cortes de un filudo metal.

Caída la noche retornamos otra vez a Huallhua, con lo rescatado sobre las acémilas. El filo de las montañas reluce con la luna llena también nuestro trayecto. Ellos retornarán. Otro grupo del EFE tuvo una labor similar en los sectores de Cclastopata, Yaconhuaicco, Huarihuaico, Chaquiccmayo y el cementerio de Huallhua. Las fosas exhumadas fueron 19, donde se hallaron 56 víctimas: 26 menores, 18 mujeres, 6 hombres y 6 adultos de sexo indeterminado.

“Culpar a una persona de autoría inmediata es muy difícil; no existen testigos en todos los eventos y podría prevalecer la presunción de inocencia contra el señalamiento. En el proceso la responsabilidad de las ejecuciones recae en los mandos militares que ordenaron estas ejecuciones que sí figuran con nombre propio en el registro del Ejercito”, afirma la fiscal Gloría Pareja.

CLAVES

  • Al comparar los censos de 1981 y 1993 en el distrito de Chungui, se constata un descenso de cerca de 47.5% de la población total (de 8,257 habitantes en 1981 a 4,338 en 1993). (CVR).
  • La CVR contabilizó 300 fosas solo en el distrito de Chungui; también calificó la violencia en la zona como la más “devastadora” de todo el país.
  • El contexto económico es tan precario como en el periodo de violencia; el 78% de la población es pobre, y hay 51% de pobres extremos, según cifras del MIDIS.
  • El EFE tiene planeado exhumar un total de 48 fosas entre noviembre y diciembre, donde se exhumarán al menos 202 cuerpos, cuyas muertes se habían producido entre 1984-1989.
  • Los análisis de laboratorio realizados el último viernes confirman que las personas ejecutadas en Suyrurupampa fueron fusiladas con armamento de guerra.

Publicado en La República el 3 de diciembre de 2013

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Fiscal exhumó restos de ocho muertos en El Frontón

Por José Rosales

Cañete. El titular de la Primera Fiscalía Supraprovincial Penal, Jesús Hermosa, encabezó en los cementerios de San Vicente e Imperial de Cañete la exhumación de ocho cadáveres de internos que murieron en el debelamiento del motín senderista en El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara, entre el 18 y 19 de junio de 1986, durante el primer gobierno de Alan García.

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EL Frontón
EL Frontón
Acompañado por un equipo de médicos forenses del Instituto de Medicina Legal de Lima y personal de la Unidad de Desactivación de Explosivos (UDEX), el representante del Ministerio Público realizó la diligencia durante más de cuatro horas, bajo estrictas medidas de seguridad que impidieron no solo el acceso de los periodistas y algunos familiares de los fallecidos, sino incluso de deudos que habían acudido a visitar a otros difuntos y que tuvieron que retirarse –obligados– de ambos cementerios.

Los peritos examinaron los cuerpos para determinar las causas de deceso. Se supo que algunos de los cuerpos exhumados corresponden a Enrique Oswaldo Arévalo, Alfredo Fauster Ríos y Juan Lévano Arias.

La diligencia forma parte de las investigaciones sobre las ejecuciones extrajudiciales.

Publicado en El Comercio el 26 de julio de 2013

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Nueve años del Informe final de la CVR Exhumación de víctimas del terror avanza lentamente

En el país hay 15.700 desaparecidos que estarían en 6.400 fosas. En 10 años se exhumaron apenas el 13% del total de sitios de entierro localizados. A ese ritmo se terminaría en 80 años.

por Flor Huilca

  • Han pasado 13 años desde que de Diómenes Callampe desapareció camino al poblado de Colca, en la provincia de Huancasancos, Ayacucho.

Era un 12 de diciembre de 1999. Su esposa, Emiliana Auccasi, recuerda claramente cuando vinieron a decirle que un grupo de senderistas se había llevado a Diómedes junto a su cuñado. “Han dicho que en cinco días lo sueltan”, le aseguraron, pero no volvió a casa.

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En espera. Los familiares de los desaparecidos se consuelan entre ellos ante la indolencia de quienes no actúan con celeridad para entregarles a los suyosEn espera. Los familiares de los desaparecidos se consuelan entre ellos ante la indolencia de quienes no actúan con celeridad para entregarles a los suyosEmiliana nunca se cansó de buscarlo y hace poco le contaron que estaba sepultado en una fosa del anexo de Huacrapampa. Por más que ha insistido en que lo busquen las autoridades en esa zona, su pedido no ha tenido eco. Diómedes seguirá en calidad de desaparecido cuando bien podría haber sido ya devuelto a sus familiares.

El caso de Emiliana es apenas una más de las 15.700 personas desaparecidas durante la violencia terrorista que se encuentran en los 6.400 sitios de entierro que hay en el país. De todos ellos se han exhumado apenas el 13%. El resto todavía sigue siendo una herida abierta en sus familiares, nueve años después de presentado el informe de la Comisión de la Verdad que recomendaba elaborar un Plan Nacional de Investigaciones Antropológico-foresenses para exhumar esos cuerpos.

NI PLAN NI PROPUESTO

Carola Falconí, directora ejecutiva de Comiseh, advierte de que en este extremo de las recomendaciones de la CVR hay un lento y desordenado.

No se cuenta todavía con el plan recomendado por la CVR. No hay suficiente presupuesto para el Instituto de Medicina Legal (IML) que se hace cargo de las exhumaciones, y sobre todo falta voluntad política de las autoridades.

En los últimos 10 años, se afirma, el IML recuperó 2.064 cuerpos en todo el país. Si se continúa a ese ritmo se tendría que esperar ¡80 años¡ para terminar con las exhumaciones, lo que significa prolongar aún más el dolor de las familias que buscan a sus seres queridos.

“Se necesita un plan nacional que se inicie en Ayacucho, la zona donde se concentra el mayor número de muertos desaparecidos. El Ministerio Público no actúa bajo un plan, tiene un cronograma que responde a las necesidades de los fiscales y las investigaciones que se desarrollan”, comentó.

La exhumación de los cuerpos es apenas una parte del trabajo. Es preciso, además, garantizar la identificación plena de las víctimas, proceso en el cual también se observan demoras. En Ayacucho, por ejemplo, al menos el 50% de los cuerpos exhumados no están identificados y no pueden ser devueltos a sus familiares.

“Hay personas que están esperando hace 6 años un examen de ADN. La espera es como una segunda muerte para estas personas. Es una negación del derecho de los familiares de enterrar dignamente a sus muertos para poder cerrar el duelo en el cual se encuentran hace años”, refirió.

AVANCE MÍNIMO

Franco Mora, coordinador del área de intervención Forense del Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), coincide también en que hay poco avance en la búsqueda de los desaparecidos. Esa búsqueda, asegura, tiene que ver con exhumaciones de los sitios ya identificados, pero también con la ubicación del resto de desaparecidos y las investigaciones judiciales.

“Falta voluntad política para entender realmente la búsqueda de desaparecidos, para ello se requiere de una política que no la hay”, comentó.

Gisella Vignolo, de la Defensoría del Pueblo, señaló que esa entidad recomendó la implementación de un plan que incluya las exhumaciones de carácter humanitario.

“Que las exhumaciones puedan realizarse fuera del marco de una investigación penal no impide que la información obtenida pueda servir en lo posterior para judicializar el caso”, dijo.

Publicado por el La República el 28 de agosto de 2012