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Tantarpata: entierro digno

Por Percy Rojas y Gisela Ortiz
Equipo Peruano de Antropología Forense

Doña Elena y doña Áurea, han llegado a Huamanga el domingo 30 de noviembre, después de un largo viaje de 7 horas desde Tantarpata. Con ellas también han venido la sra. Frida y Wilber Susaya familiares de las cuatro víctimas cuyos restos se entregarán en el Ministerio Público el día lunes.

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Desde Lima han llegado algunas autoridades para presidir la ceremonia de restitución de cuerpos. “Hay que pedir perdón a los familiares por lo que ha ocurrido pero también por la larga espera y agradecerles por su paciencia” dice el fiscal Víctor Cubas Villanueva, Fiscal Superior Coordinador de las fiscalías supra provinciales que ven los casos de derechos humanos. “Lo que hemos avanzado (cerca de 3,000 exhumaciones) es casi el 20% de todo lo que nos falta. Todos quisiéramos que ésta fuera la última ceremonia de entrega de restos pero aún falta mucho por hacer y tenemos que seguir trabajando por la familias que siguen esperando”.

El Monseñor de Ayacucho, Salvador Piñeiro, comprometido con estos temas y que acompaña cada una de estas ceremonias señaló: “No hay palabra humana de consuelo […] La Iglesia despide a sus hijos agradeciendo lo bueno que han hecho pero también es ocasión para seguir comprometiéndose”.

Muy temprano, el martes 02 de diciembre, salimos hacia el distrito de Chungui, ubicado en la provincia de La Mar, al noreste de la región Ayacucho. La geografía de la zona es muy variada, cuenta con diversos pisos ecológicos que van desde los 800 msnm hasta los 4800 msnm. Tantarpata es uno de los anexos de Chungui. Fue en esta comunidad donde, en las primeras horas de la mañana del mes de abril de 1989, incursionan miembros de Sendero Luminoso, algunos de ellos vestían uniforme militar, y convocan a la población a una reunión. Una vez reunidos seleccionan a algunas personas quienes son ingresados al local comunal. Ese día asesinaron a 10 personas y dejaron un herido de bala. Las víctimas fueron enterradas por sus familiares apresuradamente.

No todas las víctimas fueron exhumadas, algunos cuerpos fueron difíciles de encontrar en el cementerio y de otros, sus familiares ya no viven en la comunidad, se desplazaron a Lima. Esta ceremonia de restitución es de víctimas que estaban enterradas en el cementerio de la comunidad y que fueron exhumadas para ratificar su identidad y entregarles el certificado de defunción que permita sanear la situación legal de las víctimas pero también de sus familiares: que las viudas o viudos puedan volver a casarse, que se tramiten herencias, que se vendan propiedades conyugales. Quizás por ello, porque los familiares siempre los tuvieron cerca, la angustia no es tan grande como en los casos de desaparición forzada, aunque el dolor siga siendo el mismo ante la muerte del esposo, del padre, del hermano y siga dejando secuelas.

Hoy en Tantarpata, hay que pedir perdón a Áurea, a Elena, a Frida, a Wilder y a los comuneros e hijos de esta comunidad por el horror que vivieron, por la insania de sendero luminoso pero también por la injusticia.

¿Qué le pide Usted al Estado? Le preguntamos a doña Elena: “Con tanto sacrificio, con faenas comunales hemos construido la posta médica y la escuela, hasta ahora no tenemos enfermeras y no funciona la posta. En la escuela nos faltan profesores”. Esa es la realidad que viven los peruanos de Tantarpata después de sobrevivir y enfrentar a sendero. El Estado, que somos todos y todas, tenemos una deuda con Tantarpata, porque cuando la muerte acechaba a diario no tuvieron tiempo para despedirse de sus seres queridos, no pudieron vivir su duelo ni consolarse entre ellos. Hoy se despiden de ellos, los entierran dignamente pero aún quedan pendientes obligaciones que atender.

Les pedimos perdón por el pasado que sigue siendo un presente. Por el abandono. Lo hacemos por ellos pero también por nosotros mismos.

PARA RECORDAR:

  1. Según el Ministerio Público las cifras de desaparecidos en nuestro país, producto del conflicto armado interno serían 15,000.
  2. El Equipo Peruano de Antropología Forense –EPAF, es una organización sin fines de lucro que fue creada el año 2003. Trabaja en la búsqueda de personas desaparecidas, análisis de las víctimas e identificación; en recojo de memorias individuales y colectivas y en capacitación en temas de antropología forense.
  3. Desde su fundación ha recuperado 179 víctimas; analizado 486 individuos e identificado a 219 víctimas.
  4. Hemos recogido cerca de 4,000 Fichas Antemortem, principalmente en Ayacucho; 924 muestras de referencias de los familiares y 534 muestras óseas de las víctimas.
  5. Todo este trabajo realizado se hacen con fondos de la cooperación internacional sin que le cueste nada al Estado y que coadyuva en el derecho a saber de los familiares.
  6. El Equipo Forense Especializado del Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público desde el año 2006 hasta julio del 2014, han exhumado 2,925 cuerpos. Identificado 1,689 y entregado a sus familiares (restituido) 1,485.
  7. La Comisión de la Verdad y Reconciliación-CVR recogió un total de 294 testimonios de las comunidades de Chungui.

SUMILLA DE FOTOGRAFÍAS:

Familiares de Tantarpata, del distrito de Chungui, recogen los restos y documentos de sus familiares asesinados por Sendero Luminoso en el Ministerio Público de Huamanga, Ayacucho.
Familiares de Tantarpata, del distrito de Chungui, recogen los restos y documentos de sus familiares asesinados por Sendero Luminoso en el Ministerio Público de Huamanga, Ayacucho.

Foto I: Familiares de Tantarpata, del distrito de Chungui, recogen los restos y documentos de sus familiares asesinados por Sendero Luminoso en el Ministerio Público de Huamanga, Ayacucho.

Tantarpata está ubicado a 233 kilómetros de Huamanga, en la margen izquierda del río Pampas.
Tantarpata está ubicado a 233 kilómetros de Huamanga, en la margen izquierda del río Pampas.

Foto II: Tantarpata está ubicado a 233 kilómetros de Huamanga, en la margen izquierda del río Pampas.

Las señoras Elena Castro y Aurea Palomino trasladan a su familiar para ser velado en su domicilio.
Las señoras Elena Castro y Aurea Palomino trasladan a su familiar para ser velado en su domicilio.

Foto III: Las señoras Elena Castro y Aurea Palomino trasladan a su familiar para ser velado en su domicilio.

Familiares abren el ataúd para despedirse de su ser querido.
Familiares abren el ataúd para despedirse de su ser querido.

Foto IV: Familiares abren el ataúd para despedirse de su ser querido.

Preparando el lugar donde será enterrado don Rafael Ramos Salas.
Preparando el lugar donde será enterrado don Rafael Ramos Salas.

Foto V: Preparando el lugar donde será enterrado don Rafael Ramos Salas.

La señora Aurea Palomino acompaña los restos de su esposo camino al cementerio.
La señora Aurea Palomino acompaña los restos de su esposo camino al cementerio.

Foto VI: La señora Aurea Palomino acompaña los restos de su esposo camino al cementerio.

Ahora sí don Rafael Salas es enterrado dignamente despedido por su esposa y su sobrina.
Ahora sí don Rafael Salas es enterrado dignamente despedido por su esposa y su sobrina.

Foto VII: Ahora sí don Rafael Salas es enterrado dignamente despedido por su esposa y su sobrina.

Aurea Palomino recuerda que en aquella fecha no tuvieron tiempo de enterrarlo dignamente, no había gente para ayudar en el entierro. "A todas las mujeres nos rodearon los senderistas y solo había un espacio por donde logramos escapar algunas mujeres. Yo creo que Dios me ayudó a escapar. Cuando los senderistas se retiraron yo me acerqué a la casa comunal a buscar a mi esposo, él estaba muerto, le habían disparado dos veces." Nos dice.
Aurea Palomino recuerda que en aquella fecha no tuvieron tiempo de enterrarlo dignamente, no había gente para ayudar en el entierro. "A todas las mujeres nos rodearon los senderistas y solo había un espacio por donde logramos escapar algunas mujeres. Yo creo que Dios me ayudó a escapar. Cuando los senderistas se retiraron yo me acerqué a la casa comunal a buscar a mi esposo, él estaba muerto, le habían disparado dos veces." Nos dice.

Foto VIII: Aurea Palomino recuerda que en aquella fecha no tuvieron tiempo de enterrarlo dignamente, no había gente para ayudar en el entierro. “A todas las mujeres nos rodearon los senderistas y solo había un espacio por donde logramos escapar algunas mujeres. Yo creo que Dios me ayudó a escapar. Cuando los senderistas se retiraron yo me acerqué a la casa comunal a buscar a mi esposo, él estaba muerto, le habían disparado dos veces.” Nos dice.

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Huérfanos de la guerra buscan a sus familiares entre las fosas desenterradas

Según el informe de la CVR, entre 1983 y 1994, los añosde mayor violencia en el distrito de Chungui, 1,384 civiles fueron víctimados por Sendero Luminoso, ronderos y fuerzas de seguridad. La exhumación reciente de 56 restos de comuneros por un equipo forense convocó a hombres y mujeres que cuando niños fueron testigos de la violenta muerte de sus parientes.

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Encuentro. Robin y su esposa Mercedes cargan los restos de su padre
Encuentro. Robin y su esposa Mercedes cargan los restos de su padre
Encuentro. Robin y su esposa Mercedes
cargan los restos de su padre
Los persistentes golpes que imprime Félix Pacheco Casafranca en el alcantilado apenas se escuchan. El eco del pico metálico que usa para perforar la montaña se disuelve en el viento fuerte, que se desplaza por el cañón del río Apurímac. Cuando el Equipo Forense Especializado (EFE) llegó a mediados de noviembre a Huallhua, una aldea de Chungui, Félix Pacheco tenía ya 48 horas buscando entre las rocas los restos de su padre, asesinado en 1984.

“Mis papás habían salido temprano a buscar agua al monte cuando escuchamos disparos, solo recién al caer la noche mi mamá regresó. Ella me contó que los ronderos y militares de la base de Mollebamba mataron a mi papá”, afirma Félix, mientras hace descansar la punta de acero de su herramienta en el hombro. Félix cuenta que el cuerpo de su padre fue enterrado aquella vez por su tío en el desfiladero llamado Artesonpata, pero ahora, transcurridos 29 años, no ubica sus restos. El plan trazado por el EFE no tiene registrada oficialmente esta fosa.

La violencia atrapó a las comunidades y caseríos de Chungui a partir de 1983 cuando Sendero Luminoso instaló allí su bastión para enfrentar a los militares y policías, según el antropólogo Edilberto Jiménez, uno de los investigadores de la CVR.

“Muchos comuneros fueron obligados por Sendero a dejar sus pueblos y vivir en la montaña, en grupos de 30 personas, entre niños, mujeres, ancianos y hombres jóvenes, eran la masa. Los pequeños eran los pioneros, pero a los 12 años pasaban a formar la milicia. Los jóvenes eran la fuerza principal, pero ellos no tenían armas como los militares, por eso no había un enfrentamiento directo”, afirma Jiménez.

NIÑOS QUE FUERON

El viento sopla favorable en Pinto, otro sector de las montañas de Chungui. Allí Robin Quispe Días, de 52 años, busca desde hace tres días la tumba de su padre Sebastián Quispe, asesinado en 1987. Robin Quispe cree que una señal divina se ha materializado para concluir su búsqueda. “Hace 10 años quise cazar un venado y cuando lo seguía, encontré la fosa. Ayer, otro venado me trajo aquí”, comenta Sabino Castro, cuñado de Robin.

Alex Curi, arqueólogo del EFE, escarba la tierra, y el rostro de Robin expresa un gesto doloroso. No solo se ha abierto la tierra, sino la herida que conserva este hombre. Reconoce la cruz que antes lucía en el pecho de su padre y que ahora está adherida a la camisa que cubre las costillas de la osamenta.

Felix Pacheco, pico en mano, explica al Equipo Forense Especializado (EFE) donde estaría la fosa que conserva los restos de su padre asesinado hace 30 años
Felix Pacheco, pico en mano, explica al Equipo Forense Especializado (EFE) donde estaría la fosa que conserva los restos de su padre asesinado hace 30 años
Felix Pacheco, pico en mano, explica al Equipo Forense
Especializado (EFE) donde estaría la fosa que conserva
los restos de su padre asesinado hace 30 años
“Un mes después de que los senderistas nos obligaron a estar en el monte, llegaron los militares. Huíamos por todas partes, pero la explosión de una granada lanzada por ellos mató a mi padre; solo mi esposa mi hija y yo logramos escapar”, recuerda Robin. Al escalar por los cerros para evitar morir asesinada, su esposa Mercedes Castro perdió al bebé que llevaba en su vientre.

Ahora, Mercedes, de 51 años extrae de su manta seis tamales, un bloque de queso una gran bolsa de maíz sancochado, y los comparte con otros mientras la exhumación de su suegro continúa.

Con el aliento recuperado, el arqueólogo coloca el tórax y la pelvis del difunto en una caja, y las extremidades con el cráneo en otra. Robin coloca lo primero en su manta y Mercedes envuelve la caja en la suya. Ambos ascienden hasta el pueblo de Huallhua cargando sobre sus espaldas lo desenterrado.

Otro episodio violento en Chungui lo vivió Valentín Casa Quispe en 1986. Era un niño de 9 años cuando encontró los cuerpos inertes de su madre, hermana y sobrina en un paraje denominado Suyrurupampa. Dos semanas después sería testigo del asesinato de su padre.

“Después de enterrar a mi madre, huimos con mi papá por el monte cuando nos topamos con los ronderos. Yo corrí de la mano de mi papá pero a él lo agarraron. Yo logré saltar hacia un acantilado, y escondido entre la hierba vi a mi padre arrodillado atado de manos, y cómo un rondero le corta de un machetazo la nariz y luego el cuello”, cuenta Valentín.

Sacrificio. La exhumación requiere de fortaleza física de los forenses
Sacrificio. La exhumación requiere de fortaleza física de los forenses
Sacrificio. La exhumación requiere de fortaleza
física de los forenses
Cuando los asesinos partieron, el pequeño Valentín corrió y abrazó el cuerpo aún con vida. “Papay, papay grité llorando, y cuando sus ojos se pusieron blancos se cayó todo”, recuerda.

Comuneros de Huallhua sepultaron a Porfirio Casa Berrocal en un sector llamado Chaquiccmayo. El EFE exhumó los restos óseos de la mamá de Valentín hace dos semanas y exhumarán al de su padre el presente mes.

Valentín apoyó las exhumaciones que el EFE desarrolló en Chungui. Sobre el lomo de sus 10 acémilas se transportaron las osamentas recuperadas a través de las montañas de esta zona, llamada Oreja de Perro.

La violencia dejó en Chungui decenas de niños huérfanos que siguieron huyendo como Félix, Robin y Valentín. Otros como Eugenia Quispe Alarcón fueron ofrecidos a los comuneros de la comunidad de Mollebamba.

Eugenia tenía 7 años cuando ejecutaron a sus hermanas en el caserío de Chaupimayo y a su padre en la base militar de Mollebamba en 1984. Tras esta desgracia, la niña pasó dos años en el monte comiendo hierbas sancochadas y maíz crudo. “Seguía a hombres y mujeres que estaban con sus hijos. Cuando los militares me capturan y me llevan a Mollebamba yo había cumplido 9 “.

 Pérdida. Representación de la muerte del padre de Valentín Casa, realizada por Edilberto Jiménez en su libro "Chungui, dolor sin lágrimas"
Pérdida. Representación de la muerte del padre de Valentín Casa, realizada por Edilberto Jiménez en su libro "Chungui, dolor sin lágrimas"
Pérdida. Representación de la muerte del padre de
Valentín Casa, realizada por Edilberto Jiménez en su libro
“Chungui, dolor sin lágrimas”
Los militares la entregaron a la campesina Lorenza Hurtado Alarcón, quien la obligó a pastar su ganado y servir en su casa. “A mí la señora me maltrataba, me gritaba y siempre comentaba en la comunidad que había recogido a una terruquita”. Un año después, su tío Antonio Quispe Nieve la rescató y la llevó a Andahuaylas.

RAZONES DE LA VIOLENCIA

La antropóloga e investigadora de la universidad inglesa de Cambridge, Nathalie Koc-Menard, quien ha estudiado a profundidad la zona, considera que pocos entienden lo que pasó en Chungui en los años ochenta.

“Al inicio, el proyecto de Sendero caló en varias zonas, porque tras la reforma agraria se crea desigualdades en esta zona. Unos comienzan a tener más ganado y poder en la comunidad, y otros no. Surgen envidias y peleas internas entre los comuneros”, afirma Koc-Menard.

Entre comunidades también se crearon rencillas por los linderos y las tierras, lo que ocasionó disputas, las cuales se manifestaron cuando los militares deciden acabar con la presencia senderista.

“Los ronderos dicen: a mí me matan si no sigo las órdenes del mayor del Ejército. Y la política militar era: estoy con ellos o contra ellos. Ahora, entre militares y ronderos se culpan. No fue una guerra entre dos países, fue una guerra que cruza todo lo que podemos creer de convenciones internacionales”, afirma la antropóloga.

Fosa. Mujeres y niños fueron hallados con signos de haber sido fusilados
Fosa. Mujeres y niños fueron hallados con signos de haber sido fusilados
Fosa. Mujeres y niños fueron hallados con signos
de haber sido fusilados
El tiempo transcurrió desde entonces y la vida de la población de Chungui sigue tan precaria como cuando llegó Sendero con su discurso. Más del 50% de sus habitantes son pobres extremos, no hay carreteras, y solo algunas comunidades tienen suerte de tener un profesor y un colegio, además no tienen luz ni señal telefónica. El Estado y las ONG de derechos humanos han olvidado esta castigada zona. Por ahora, sus pobladores solo piensan en curar las heridas, enterrando con dignidad a sus familiares asesinados.

CLAVES

  • En las diligencias realizadas por el EFE en Chungui, entre noviembre de 2005 y junio de 2013, se recuperaron 166 restos humanos, de los cuales se identificaron 102 y fueron entregados a sus familiares cien cuerpos.
  • A mediados de 2014, el EFE hará entrega de estos restos a sus familiares en la capital del distrito de Chungui. La última expedición forense se realizó entre el 5 y 20 de noviembre último; y se exhumaron 19 fosas, encontrando 56 osamentas, en su mayoría mujeres acompañadas de niños o niñas.
  • En abril de 2011, la ONG Comisión de Derechos Humanos denunció al ex mayor de Infantería del Ejército Pedro Baca Doig, ex jefe militar de Chungui en los ochenta. A inicios de 2013 la Segunda Fiscalía Penal Supraprovincial de Ayacucho lo ha citado para que declare por la masacre en el distrito.

Señal. El trazo en las vértebras del cuello indica que víctimas fueron degolladas
Señal. El trazo en las vértebras del cuello indica que víctimas fueron degolladas
Señal. El trazo en las vértebras del cuello indica que víctimas fueron degolladas

Publicado originalmente en La República, el 5 de diciembre de 2013

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19 fosas conservan los restos de 56 civiles en las alturas de Chungui

Texto y fotos de Miguel Mejía Castro

Lo primero que encuentran los forenses es el casquillo de un proyectil que lleva grabado en la superficie “FAME 77” (Fábrica de Armas y Municiones del Ejército). Tres horas después, descubren bajo 15 centímetros de tierra, el esqueleto de un menor próximo a los 3 años. La osamenta aún conserva la chompa roja que vestía su cuerpo cuando respiró por última vez en 1986, año que los sobrevivientes afirman ocurrió la matanza en este paisaje conocido como Suyrurupampa. Otras cuatro fosas son ubicadas en el mismo lugar por el Equipo Forense Especializado del Ministerio Público (EFE). Toda el área tiene el tamaño de una cancha de vóley y lo escrutado aquí es espantoso: trece menores entre 2 y 16 años; y dos mujeres entre 25 y 40 años, probablemente fusilados y desmembrados, según observan los especialistas en las lesiones de los huesos. Otro casquillo de fusil de guerra calibre 77 aparece.

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El arqueólogo Dannal Aramburú limpia restos óseos de lo que aparenta ser una mujer y su niña. Los análisis confirman que a las dos les cortaron el cuello © La República
El arqueólogo Dannal Aramburú limpia restos óseos de lo que aparenta ser una mujer y su niña. Los análisis confirman que a las dos les cortaron el cuello © La República
El arqueólogo Dannal Aramburú limpia restos óseos de lo
que aparenta ser una mujer y su niña. Los análisis
confirman que a las dos les cortaron el cuello
© La República
La exhumación se desarrolla en Chungui, un distrito de la provincia de La Mar en la región Ayacucho donde murieron 1.384 personas entre 1983-1994, todos victimados por Sendero Luminoso, Comités de Autodefensa y Fuerzas del Orden o Policiales, según los cálculos del Ministerio Público. Es la expedición forense más ambiciosa que se emprende en el Perú y que ahora revela, en Chungui, el rostro más horrendo de la violencia política.

Mientras los esqueletos de Suyrurupampa son limpiados en las fosas por los arqueólogos, van aflorando ganchos de aluminio para cabello, ojotas de niña hechas de caucho, sujetadores para trenzas, un plato y una olla de metal. Además las osamentas aún visten sus chompas, faldas y cintas multicolores. Pero lo que mejor se conserva es el color cobre de los casquillos de bala.

Aquí se llega después de viajar quince horas en camioneta desde Andahuaylas hasta el pueblo de Amaybamba en la región Cusco. En este pueblo espera Valentín Casa Quispe, un joven arriero de 36 años que carga en sus 10 acémilas todo el equipaje y herramientas para las exhumaciones. Él tiene un interés adicional en apoyar las labores del equipo fiscal, porque cree que en una de las fosas se encuentran los restos de su madre asesinada en 1986, cuando era un niño de 9 años.

Con Valentín se emprende una extenuante caminata de catorce horas por un sendero de herradura que desciende zigzagueando una pared del cañón del río Apurímac. Luego de cruzar el torrente por el puente Pumaccasa se penetra en Chungui, hasta ascender al pueblo de Huallhua, sobre los 2.284 msnm. El equipo de EFE fija una improvisada oficina donde se delinean los últimos detalles. Es necesario caminar cinco horas más al sur, para llegar a Suyrurupampa, donde se empiezan a explorar las primeras fosas.

Al caer la tarde en este paraje, se explora la cuarta fosa y dos anillos aparecen entre una osamenta. Valentín asegura a los especialistas que ella fue su madre. Él recuerda que vio por última vez las oxidadas alhajas en los dedos su progenitora Elena Quispe Alarcón, que fue ejecutada junto a su hermana Juana y la hija de esta. Parado frente a la fosa, Valentín mira cómo dos falanges desnudas cruzan las sortijas, pero no derrama ni una lágrima. “He llorado casi toda mi vida, aquí las enterramos mi padre y yo, dos días después de que la asesinaron los ronderos y una patrulla del ejército de Mollebamba”, comenta.

El campamento que albergó al equipo por 4 días, a 80 metros de las fosas, es desmantelado, y regresa a Huallhua con el cargamento sobre el lomo de ocho acémilas. En una de las aulas de la única escuela primaria se guardan las osamentas en cajas de cartón. En el mismo salón duermen doce de los veinticinco miembros del EFE, compuesto por antropólogos, arqueólogos, odontólogos, biólogos y dos fiscales de Ayacucho.

CHAUPIMAYO

Al día siguiente la mitad del grupo se desplaza a Chaupimayo, un paraje de vegetación enmarañada, clavado en medio de una montaña a cinco horas de Huallhua. Un frondoso árbol de mango cubre con su sombra la denominada Fosa 2. El arqueólogo Dannal Aramburú lleva cinco horas delineando con su navaja, brocha y badilejo la escena del crimen. No es fácil desprender de la tierra las osamentas de lo que parece una mujer y su pequeña. Las raíces se han alimentado de ellas durante 29 años, penetrando las fibras de su vestimenta, los resquicios de sus articulaciones y las fisuras de sus cráneos, hasta encadenarlas al subsuelo.

Antes de terminar y guardar los restos en bolsas clasificadas, el arqueólogo levanta un hueso del cuello, luego dos más, los desempolva con un pincel y comenta: “Fiscal, las incisiones en las vértebras indican posible muerte por degollamiento”. La niña tiene alrededor de seis años y la mujer más de 25. “Las edades se precisarán en el laboratorio”, añade. La fiscal Gloria Pareja Quispe, de la Segunda Fiscalía Penal Supraprovincial de Ayacucho, anota en su cuaderno.

Eugenia Quispe Sánchez (35) se presentó en el lugar y recordó el horror de esta masacre. “Tenía 7 años en 1984 y me escondí en el monte cuando vi cómo los militares mataron a mi hermana Juana Quipe Sánchez (16) y aquí, cerca del río me contaron que igual pasó con variaspersonas y mi medio hermana Julia Montes Sánchez (25) que murió con su bebé de dos años”.

La mujer señala que los cuerpos de las dos últimas cayeron por una quebrada, a las aguas del río Antaccacca. Un viejo comunero que prefiere que su nombre no sea publicado corrobora el testimonio, añadiendo que los militares actuaron junto a los ronderos de la comunidad de Mollebamba, que dista a 24 horas de camino.

Las Fosas 3 y 4 se encuentran en el mismo paraje; aquí se exhuman los restos de dos mujeres, un hombre y partes de un cuerpo adulto de sexo no determinado. Las incisiones en las vértebras confirman que el método de asesinato fue el degollamiento. Al día siguiente se devela la Fosa 1, que bajo dos metros de tierra esconde los cuerpos de 6 niños o niñas y 4 mujeres. Un proyectil de fusil es encontrado entre los pies desmembrados de una de las víctimas. El último cuerpo que se levanta es el de un menor de menos de un metro de alto, el cual lleva un sombrerito blanco y un pequeño bolso de lana roja que combina con su chompa del mismo color.

Cuando la sombra de las montañas cubre nuestro campamento, la fiscal cree que el testimonio de Eugenia Quispe puede conducir al equipo a una posible quinta fosa. El arqueólogo Dannal Aramburú desciende 50 metros hasta la ribera del río Antaccacca sujetando una soga y empieza una búsqueda metodológica. En veintinueve años la maleza y los derrumbes han cambiado el panorama. El experto observa el cascajo que cubre la tierra, el deterioro de las paredes del acantilado, y descarta posibles lugares en el suelo. Dos comuneros siguen sus órdenes: levantan grandes piedras y realizan huecos con picos en lugares específicos.

En pocos minutos una herramienta desentierra un pedazo de ropa. El hallazgo corrobora la versión de Eugenia: los restos de una mujer joven y de una niña con edad promedio de dos o tres años son encontrados junto a la osamenta de una adolescente. Otra vez las vértebras del cuello están grabadas con los cortes de un filudo metal.

Caída la noche retornamos otra vez a Huallhua, con lo rescatado sobre las acémilas. El filo de las montañas reluce con la luna llena también nuestro trayecto. Ellos retornarán. Otro grupo del EFE tuvo una labor similar en los sectores de Cclastopata, Yaconhuaicco, Huarihuaico, Chaquiccmayo y el cementerio de Huallhua. Las fosas exhumadas fueron 19, donde se hallaron 56 víctimas: 26 menores, 18 mujeres, 6 hombres y 6 adultos de sexo indeterminado.

“Culpar a una persona de autoría inmediata es muy difícil; no existen testigos en todos los eventos y podría prevalecer la presunción de inocencia contra el señalamiento. En el proceso la responsabilidad de las ejecuciones recae en los mandos militares que ordenaron estas ejecuciones que sí figuran con nombre propio en el registro del Ejercito”, afirma la fiscal Gloría Pareja.

CLAVES

  • Al comparar los censos de 1981 y 1993 en el distrito de Chungui, se constata un descenso de cerca de 47.5% de la población total (de 8,257 habitantes en 1981 a 4,338 en 1993). (CVR).
  • La CVR contabilizó 300 fosas solo en el distrito de Chungui; también calificó la violencia en la zona como la más “devastadora” de todo el país.
  • El contexto económico es tan precario como en el periodo de violencia; el 78% de la población es pobre, y hay 51% de pobres extremos, según cifras del MIDIS.
  • El EFE tiene planeado exhumar un total de 48 fosas entre noviembre y diciembre, donde se exhumarán al menos 202 cuerpos, cuyas muertes se habían producido entre 1984-1989.
  • Los análisis de laboratorio realizados el último viernes confirman que las personas ejecutadas en Suyrurupampa fueron fusiladas con armamento de guerra.

Publicado en La República el 3 de diciembre de 2013