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News Reports on Transitional Justice in Peru

Empatía

Por Eduardo Dargent (*)

Esta semana en Huamanga el Ministerio Público entregó a sus familiares los restos de 65 ciudadanos asesinados durante el periodo de violencia política. Las imágenes son poderosas. Un largo cortejo de ataúdes blancos, familiares que esperaban este día desde hace décadas. Sus historias muestran tanto la insania del totalitarismo senderista como los abusos de un Estado que trató a parte de sus ciudadanos como desechables. En estos años se han recuperado cerca de 3,000 cuerpos en fosas clandestinas, e identificado y entregado a sus familias alrededor de 1,500. Faltan miles más.

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Por Eduardo Dargent (*)

Esta semana en Huamanga el Ministerio Público entregó a sus familiares los restos de 65 ciudadanos asesinados durante el periodo de violencia política. Las imágenes son poderosas. Un largo cortejo de ataúdes blancos, familiares que esperaban este día desde hace décadas. Sus historias muestran tanto la insania del totalitarismo senderista como los abusos de un Estado que trató a parte de sus ciudadanos como desechables. En estos años se han recuperado cerca de 3,000 cuerpos en fosas clandestinas, e identificado y entregado a sus familias alrededor de 1,500. Faltan miles más.

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Esta historia, sin embargo, fue largamente ignorada por los medios y la ciudadanía en general. Salvo excepciones, los deudos no tuvieron espacio en la esfera pública. Los titulares de la semana se los llevaron el ministro gritón y el entornillado de la FIFA. Ningún político les dedicó siquiera unas palabras.

No puedo decir que me sorprendan estos silencios. Pero sí deben seguir indignándonos. En Argentina una abuela de mayo recupera a su nieto y es notica varias semanas. Aquí enterramos a decenas de compatriotas y los ignoramos. ¿Qué nivel de indolencia, de ausencia de empatía, es necesario para que tantos muertos pesen tan poco?

Además de ser un acto de justicia, estos eventos tienen un enorme potencial de docencia democrática. Estas historias podrían enseñar a aquellos que piden mano dura frente a todo fenómeno y despotrican contra los derechos humanos que la incapacidad del Estado para distinguir entre inocentes y culpables es una buena razón para valorar y reforzar la legalidad. Varias historias muestran cómo el Estado en tiempos democráticos mantuvo formas de actuación propias de un Estado autoritario, indicando que las transiciones políticas solo raspan la superficie de formas arraigadas de exclusión y abuso en una sociedad desigual. Nos recuerdan, además, en qué medida el Senderismo fue un proyecto de moledores de carne que debe avergonzar a los pocos que hoy simpatizan con ese totalitarismo de manual. Todo eso se pudo decir, y no se dijo.

Podríamos quedarnos con la nota pesimista, pero déjenme darle otra mirada al asunto que sirva de reconocimiento a quienes, al perseverar buscando justicia, sí hacen docencia democrática. Si tomamos en cuenta las condiciones del conflicto peruano y sus legados, no es poco lo que se ha avanzado. Las víctimas del conflicto fueron en su mayoría de sectores rurales. Sus familiares fueron desplazados, amenazados y carecían de recursos para actuar como un grupo de presión frente al Estado. La sociedad civil que los apoya fue y es relativamente débil. El Poder Judicial y Ministerio Público no solo son débiles, sino que por años fueron controlados por gobiernos que buscaron impunidad. Y el poder de las Fuerzas Armadas fue (y es) alto, especialmente durante años clave para recoger información. Para colmo, no existe un partido político fuerte que haga suyas las demandas de los familiares de desaparecidos.

Todo apuntaba a que la búsqueda de justicia sería cuesta arriba. Y sin embargo, gracias a que se aprovecharon ciertas oportunidades (la transición que permitió la CVR), las redes de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, el compromiso de algunas autoridades y, especialmente, la perseverancia de los familiares, se ha avanzado. No lo suficiente, pero tampoco lo minimicemos. El reto es lograr que otros nos compremos esta lucha. Quizá esas nuevas clases medias, hijas de los migrantes de la violencia, tengan la sensibilidad y empatía que nos han faltado.

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Eduardo Dargent
Eduardo Dargent

Eduardo Dargent (*)

Profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP. Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Texas en Austin, máster en filosofía política de la Universidad de York, Reino Unido. Sus temas de investigación son la política de las políticas públicas, economía política y partidos. En el 2009 publicó Demócratas Precarios (IEP).

 

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Publicado en La República el 1° de Noviembre de 2014