Categories
News Reports on Transitional Justice in Peru

Caso Barrios Altos – Tribunal Constitucional evalúa anulación de sentencia a Salazar Monroe

IDL: Condena a Salazar Monroe por caso Barrios Altos será anulada por culpa del TC y la Corte Suprema

  • Carlos Rivera, abogado de IDL denunció que condena de 25 años de prisión que recibió el exjefe del SIN, será anulada en mérito a una resolución del Tribunal Constitucional
  • Una suerte de contrabando del Tribunal Constitucional

Ideeleradio.- La condena de 25 años de prisión que recibió el exjefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), Julio Salazar Monroe, será anulada en mérito a una resolución del Tribunal Constitucional y la actitud de la Corte Suprema de no emitir con tiempo una sentencia en segunda instancia, advirtió Carlos Rivera, director adjunto del Instituto de Defensa Legal (IDL).

.

Carlos Rivera, abogado de IDLCarlos Rivera, abogado de IDLFue al comentar el hecho de que el TC amparara un hábeas corpus presentado por la defensa de Julio Salazar Monroe, bajo el supuesto de que la Corte Suprema se demoró en emitir una sentencia en segunda instancia sobre el caso de la matanza de Barrios Altos y al señalar que el plazo inicial que se concedió para regularizar la situación no fue advertido oportunamente por la Corte Suprema.

“Lo que desconoce y es que el tribunal le concedió 30 días naturales a la Corte Suprema para que emitan una sentencia definitiva y en caso de no emitirse esa sentencia definitiva en ese plazo, el caso debe ser archivado a favor de Salazar Monroe. La notificación de la sentencia del TC ha sido el día 12 de abril de este año a la Corte Suprema y a la Sala Penal el día 16 de abril, en ambas fechas simplemente si contabilizamos 30 días naturales, quedan 12 de mayo o 16 de mayo y consecuentemente, la sentencia del TC va a operar automáticamente a favor de Salazar Monroe”, manifestó en el programa No Hay Derecho de Ideeleradio.

“Es un hecho que es absolutamente irregular por parte de la Corte Suprema, por no evitar esta situación, que termina siendo una suerte de contrabando del Tribunal Constitucional a favor de un condenado por graves crímenes de violación de derechos humanos porque de una manera irregular termina anulando un fallo condenatorio dictado en octubre del 2010 contra Julio Salazar, por el hecho de que la Corte Suprema no se ha apurado para emitir una sentencia de segunda instancia”, anotó.

Rivera Paz cuestionó, en ese sentido, que el Tribunal Constitucional esté favoreciendo a Salazar Monroe sin considerar que el exmilitar ya no es un procesado, sino una persona que fue condenada por la Sala Penal Especial de la Corte Superior, en primera instancia. Criticó, además, al Poder Judicial por no tomar en cuenta la actitud dilatoria del exjefe del SIN.

“Lo que no tiene en cuenta de manera adrede e interesada por el TC no observa la conducta procesal de Salazar Monroe, es decir las recusaciones contra los magistrados que han obligado a un retraso de la audiencia oral, y por otro lado, lo dicen los votos singulares de los magistrado [Juan] Vergara y [Ricardo] Beaumont que esta decisión se está haciendo en el curso de la ejecución de una sentencia del TC que se dictó el 2010 para apurar la decisión de primera instancia, y que ya se cumplió con emitir una sentencia y resolver la situación jurídica de Salazar Monroe, él no es un procesado, es un condenado”, argumentó.

Publicado en Ideeleradio.pe el 13 de junio de 2012

Categories
Uncategorized

Caso Fujimori: Pocos quieren ese indulto

Por Jo-Marie Burt

Durante la última semana se desató una polémica en relación a la posición de los candidatos presidenciales frente a la posibilidad de indultar al ex mandatario Alberto Fujimori, quien está cumpliendo una condena de 25 años por violaciones a los DDHH. Más allá de lo que opina cada candidato, es importante saber qué opinan los peruanos de la calle. Según una encuesta reciente que aplicamos a nivel nacional, podemos afirmar algo que puede interesar a los candidatos presidenciales: la gran mayoría de los peruanos rechaza de manera contundente un indulto a Fujimori.*

.

Según los resultados de la encuesta, dos de cada tres peruanos (63.3%) afirman no estar de acuerdo con un posible indulto a Fujimori. De estos, 58.8% afirman que no se le debería indultar “porque es culpable y debe cumplir su condena”, o sea, mantienen una posición principista con la justicia. Se expresaron otros motivos no menos importantes: 19.9% dicen que un indulto “sería una burla a las víctimas”, mientras 18.3% afirman que “sería injusto y generaría impunidad”. Por otro lado, un número no poco significativo –36.6%–afirman que sí estarían de acuerdo con un indulto. La razón más frecuente que señalan los encuestados que se mostraron favorables a un indulto para justificar tal medida es “porque salvó el país del terrorismo” (57%); 19.6% dicen que es “porque fue un buen presidente”. Sólo 18.7% dicen que se le debe indultar “por razones humanitarias”.

Otro tema resalta de los resultados del sondeo. Encuestas realizadas inmediatamente después de la sentencia emitida contra Fujimori en abril de 2009 dieron cuenta de que dos de cada tres peruanos veían positivamente la condena. Según nuestra encuesta, a dos años del fin del proceso, la aprobación ciudadana de la sentencia se mantiene firme: 53.5% afirmaron que “estoy plenamente de acuerdo con la sentencia a Fujimori”, mientras 24% afirmaron “estoy de acuerdo con la sentencia pero el número de años debería ser menor”. Con matices, entonces, 77.5% de los peruanos aprueban la condena a Fujimori. Un número muy reducido –22.2%–afirmó estar en desacuerdo con la sentencia. De este grupo, 12.8% dijeron “a pesar que considero que [Fujimori] tiene responsabilidad no debería estar en la cárcel”, mientras que solo 9.4% dijo “no estoy de acuerdo con la sentencia porque es inocente”. Resulta muy notable que sólo uno de cada diez peruanos considera que Fujimori es inocente.

Tal vez, como varios han sugerido, los distintos candidatos creen que declarándose a favor de un indulto “humanitario” a Fujimori puedan atraer el voto fujimorista. Deberían más bien considerar las opiniones de sus conciudadanos. Según nuestra encuesta, la gran mayoría de peruanos prefiere que Fujimori cumpla su condena y que sus representantes electos hagan valer la justicia.

… … …

* Nota de la autora: La encuesta fue realizada por Instituto de Opinión Pública (IOP) de la PUCP. Se aplicó la encuesta a 1,205 personas en 19 regiones del país entre el 25 al 30 de noviembre de 2010. La encuesta es parte de una investigación en curso sobre el proceso de judicialización de las graves violaciones a los DDHH ocurridas durante el conflicto armado interno que vivió Perú durante 1980 y 2000 dirigida por la autora.

Publicado originalmente en La República, 30 de enero de 2011

Categories
Trial Reports

Montesinos: la culpa es de “ellos”

Por Jo-Marie Burt

Vladimiro Montesinos aún alucina con el poder. Desde su celda en la Base Naval del Callao, donde está también recluido su archienemigo Abimael Guzmán, ha escrito tres libros donde busca reivindicar su papel como el arquitecto de la política contrasubversiva durante el gobierno de Alberto Fujimori; el Maquiavelo que asesoraba al “Príncipe” Fujimori para tener y mantener el poder sin importar los métodos. Desde su celda también elaboró un Power point muy detallado que presentó como parte de su alegato final en el juicio en contra de él y 28 otras personas acusadas de participar en los crímenes de Barrios Altos, la desaparición forzada de nueve campesinos de Santa, y la desaparición del periodista Pedro Yauri, todos estos crímenes cometidos por el Grupo Colina entre los años 1991 y 1992.

.

El juicio, que comenzó en 2005, ha sido excesivamente largo. En este caso, como tantos otros seguidos por violaciones a los derechos humanos, los jueces y las juezas tienen una carga procesal muy alta y por ello sólo pueden dedicar un par de horas, una o dos veces por semana, a cada caso. En contraste, en el juicio a Fujimori, los magistrados tenían dedicación exclusiva a para este caso, lo cual permitía que se podían llevar acabo sesiones tres veces por semana y que termine dentro de un año y medio. Asimismo se trata de un proceso muy complejo que abarca tres casos de violaciones a los derechos humanos cometidos por el Grupo Colina y 29 procesados. Y si a esto le sumamos las maniobras de los abogados defensores para dilatar el proceso, encontramos la explicación de tanta dilación. Pese a estos obstáculos, hoy solo falta que unos cuantos procesados más realicen su alegato final para que termine el juicio oral y la Sala dicte su sentencia.

El pasado lunes 26 de abril fui a la Base Naval del Callao, donde el Juzgado Especial de la Corte Superior de Lima que tiene a su cargo ese juicio realiza las audiencias, para escuchar el alegato final de Montesinos. (Gloria Cano, abogada de la parte civil, me hizo notar que Montesinos guardó silenció durante el juicio, y por tanto nunca se sometió al interrogatorio del Ministerio Público.) Durante su alegato, se rehusó reconocer su participación en los crímenes de Barrios Altos, Santa y Pedro Yauri. Pese a lo extenso de alegación, sus argumentos francamente carecen de sentido.

Primero afirmó, con gran orgullo, que había sido designado por el gobierno peruano como interlocutor con los Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico, cosa que Washington aceptó sin queja alguna. Según Montesinos ello sería prueba de que no es violador de derechos humanos, ya que Estados Unidos prohibe tener como interlocutores personas acusados de tales crímenes. Efectivamente existe legislación en ese sentido (no es parte de la Constitución, sin embargo, como habría dicho Montesinos) pero los diferentes gobiernos norteamericanos, tanto Republicanos como Demócratas, frecuentemente lo han ignorado de manera explícita o implícitamente alegando motivos de seguridad nacional. Que hayan aceptado trabajar con Montesinos dice mas sobre la política exterior de Washington que de Montesinos mismo.

Luego, Montesinos presentó un sin fin de organigramas y referencias a decretos leyes con el afán de demostrar de que él, como simple asesor (se olvidó que fue jefe de facto!) del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), tenía como mandato producir inteligencia para el Presidente de la República. La inteligencia producida por las Fuerzas Armadas, decía, pertencía a otro séctor, donde él no tenía nada que ver. Quienes recordamos cómo funcionaba el gobierno de Fujimori a lo largo de los años noventa sabemos que tal dicotomía no existía y que el SIN se convertió en el eje central de la política de Fujimori, sobre todo en términos de la lucha contrasubversiva. La intención de la distinción hecha por Montesinos busca que se le exculpe y se traslade toda la responsabilidad al General (r) Nicolás Hermoza Ríos, quien fue comandante en jefe de las Fuerzas Armadas durante buena parte del régimen fujimorista hasta agosto de 1998, cuando cayó en desgracias y fue relevado. Haste ese momento, vale la pena recordarlo, lo que hubo fue un triunvarato de poder, en el cual Fujimori, Montesinos, y Hermoza Ríos jugaron roles importantes donde se complementaron unos a otros a fin de mantener en pie un sistema autoritario y arbitrario.

Al final de su alegato, Montesinos terminó reconociendo que se cometieron los terribles crímenes de Barrios Altos, Santa y Pedro Yauri. Trató de echar la culpa en los últimos dos casos, al menos, al General Hermoza y su hermano Juan Hermoza (quién llamó al primero para deshacerse de unos campesinos que le estaba haciendo la vida imposible), pero no respondió nunca por su propio rol en la gestión y operación del Grupo Colina. Al contrario, aseguró de que él había sido artífice de la exitosa estrategia de pacificación, y acusó a “ellos” (¿Hermoza Ríos y su hermano? ¿Todos los miembros del Grupo Colina?) de “ensombrecer” el ejemplo de pacificación que él aseguraba sería modelo para el mundo si no fuese por estos hechos “lamentables”.

Lo que el Sr. Montesinos olvida mencionar es que la lucha contra la subversión que se llevó acabo durante la época de Fujimori, si bien produjo el arresto de los altos mandos de Sendero Luminoso, también consistía en la violación sistemática de los derechos humanos. Los casos del Grupo Colina —la desaparición forzada de nueve estudiantes y un profesor de La Cantuta, la masacre de Barrios Altos, la desaparición de los campesinos de Santa y el periodista Pedro Yaura, la muerte de la familia Ventocilla, entre otros— no fueron hechos aislados, ni tampoco excesos de unos cuántos sanguinarios descontrolados. Fueron parte de una política sistemática de violación a los derechos humanos que desde algunos sectores se siguen negando, pero que han sido documentados y denunciados por organismos de derechos humanos, la Comisión de la Verdad y Reconciliación y organismos internacionales. Consisten en mas de 1,000 casos de desaparición forzada, además de ejecuciones extrajudiciales, torturas, y la detención arbitraria de miles de inocentes.

A pesar del delirio de Montesinos y quienes defienden el fuji-montesinismo —y para la evaluación de quienes duden de su inevitable correlación, sólo menciono que en su alegato Montesinos declaró nula la sentencia a Fujimori, como si aún fuera él quien maneja el Poder Judicial a su antojo— se va aclarando la forma cómo se manejó el poder en el Perú durante el mandato de Fujimori. Ello gracias a la labor de muchos especialmente familiares, defensores de los derechos humanos, y operadores de justicia que, a pesar de las enormes dificultades y la terrible indiferencia de muchos, se mantienen firme en su búsqueda de verdad y justicia.

Publicado por primera vez en NoticiasSER.pe, 28 abril 2010

Categories
Uncategorized

A un aniversario de la condena a Fujimori

Por Jo-Marie Burt

Este 7 de abril se cumple un año de la sentencia histórica contra el ex presidente Alberto Fujimori por graves violaciones a los derechos humanos. Un segundo tribunal de la Corte Suprema ratificó el fallo y la sentencia de 25 años de cárcel.

El proceso judicial contra Fujimori ha sido saludado por observadores nacionales e internacionales como un caso ejemplar de impartir la justicia en casos de graves violaciones a los derechos humanos. No sólo es la primera vez que un ex presidente peruano ha tenido que responder ante la ley por sus acciones en temas de derechos humanos, sino es también la primera vez en el mundo que un ex jefe de Estado ha sido extraditado y juzgado por delitos de esa naturaleza.

.

El juicio a Fujimori representa un momento clave en la historia del Poder Judicial del Perú. No hay que olvidar que durante el conflicto armado interno, esta institución jugó un rol nefasto al no tener capacidad para investigar y asignar responsabilidades en casos de graves violaciones a los derechos humanos. Cuando le llegaba una denuncia de violación a los derechos humanos, lo más común era que se archivaba o se la pasaba al fuero militar donde los inculpados tenían asegurada la impunidad. Luego, en la década de los 90, es de conocimiento común de que el Poder Judicial, lejos de actuar como el poder autónomo que en teoría es, fue sistemáticamente sometido al Poder Ejecutivo. Por ello vale la pena recordar tres momentos claves en el juicio a Fujimori, que lo establece como un momento trascendental para el Poder Judicial peruano.

El primero ocurrió el primer día del juicio. Luego de la lectura de la acusación fiscal, el juez César San Martín preguntó a Fujimori si aceptaba o rechazaba la acusación. Fujimori contestó con un largo y exaltado discurso de corte más político que legal. Apelando a la memoria de los peruanos sobre el caos económico y político en que encontró al país al asumir la presidencia, afirmó que gracias a él hoy el Perú disfrutaba de una economía sólida y una democracia estable. Al darse cuenta que estaba perdiendo control del escenario, San Martín indicó a Fujimori que respondiera si aceptaba o no los cargos. Fujimori, sin embargo, seguía con su discurso, en un estado casi de exaltación. Frente a ello, San Martin tuvo que imponerse y dijo con mucha firmeza: “Señor Fujimori, aquí en este tribunal mando yo”. Acto seguido clarificó para Fujimori y para todos los espectadores que ese era un juicio judicial y no político, y que como acusado Fujimori tenía que someterse a las reglas del proceso legal.

El segundo momento ocurrió durante la tercera sesión del juicio. El interrogatorio del Ministerio Público, que había comenzado ambiguamente con la participación del Fiscal Supremo José Peláez Bardales, continuó bajo la dirección del Fiscal Adjunto Avelino Guillen. Este comenzó clarificando el orden de las cosas: “Yo pregunto. Usted responde. ¿Me entendió?” Con autoridad, comenzó su interrogatorio de manera firme y seguro. En un momento, frente a la actitud retadora de Fujimori, evidente en su lenguaje corporal ya que se encontraba desparramado sobre su silla, Guillen le exhortó, “Siéntese bien, señor acusado. Usted está en un tribunal de justicia”. Ante tal exhortación Fujimori se desconcertó. Tal vez fue el primer momento en que se dio cuenta de su condición de acusado, de encontrarse sujeto a un sistema de leyes que lo estaba juzgando no por su gestión como presidente sino por su rol en cuatro casos muy específicos de violaciones a los derechos humanos.

Hubieron otros momentos importantes durante el juicio pero estos dos momentos en sí simbolizan un principio básico de una sociedad que se basa en el derecho: todos somos iguales ante la ley. Ese no es el sentido común sobre la justicia en el Perú, pero el proceso judicial contra Alberto Fujimori demostró que en una sociedad que aspira a basarse en leyes, se puede juzgar hasta a un ex jefe de Estado por graves faltas cometidas durante su régimen. Eso lleva al último momento en el que el juez San Martín impartió la decisión final del tribunal que tuvo a su cargo, a lo largo de 15 meses, un proceso judicial difícil y complejo.

Con una claridad excepcional, San Martin explicó cómo había procedido el tribunal y cómo, a la luz de la evidencia presentada, había llegado a la conclusión “racional y absoluta” de que Fujimori era culpable de ser el autor mediato de los crímenes de Barrios Altos, La Cantuta, y los secuestros Gorriti/Dyer. La secretaria de la Sala procedió a enumerar 247 hechos que, tomados en su conjunto, llevaron al tribunal fallar a favor de la culpabilidad de Fujimori. Quienes observamos la exposición de la secretaria no podemos olvidar cómo la exposición de cada hecho comenzaba con la pregunta,”¿Está probado que…?” y terminaba con el afirmativo, “Sí, lo está” —un estilo claro y didáctico que representó un esfuerzo de la Sala de hacer comprensible para el público común un caso complejo, de enorme significancia, y ciertamente controvertido. Finalmente, San Martín explicó que, dada la gravedad de los crímenes, así como la naturaleza del acusado como jefe de Estado al momento de cometerse los mismos, el tribunal acordó de manera unánime aplicar la pena máxima permitida por la ley peruana de 25 años de cárcel.

Hoy en día, causa preocupación e indignación observar que otros casos de violaciones de derechos humanos no están siendo procesados en el Poder Judicial con el mismo rigor y estándares que fueron evidentes en el juicio a Fujimori. Hay muchas razones para ello, que examinaremos en otra oportunidad. Por ahora queremos recordar este momento de justicia impartido hace un año por un tribunal peruano y felicitar a quienes lo hicieron posible: desde los sobrevivientes y los familiares de las víctimas y el movimiento de derechos humanos, hasta el periodismo independiente, líderes de la oposición y autoridades políticas y operadores de la justicia. Su labor colectiva hizo posible que, por esta vez al menos, prevalezca la verdad y la justicia.

 

Publicado por primera vez en NoticiasSER.pe, 6 abril 2010

 

Categories
Uncategorized

Juicio a Fujimori: Corte fallará sobre apelación antes de fin de año

Por Jo-Marie Burt (*)

El juicio y la condena al ex presidente peruano Alberto Fujimori por graves violaciones de los derechos humanos marcó un hito en la lucha contra la impunidad en el Perú y en todo el mundo. Desde que huyó del país en noviembre del año 2000 a raíz de una serie de escándalos, Fujimori buscó evadir la justicia. Su decisión de viajar a Chile en el 2005 lo condujo a su eventual extradición al Perú para ser juzgado por cuatro casos de graves violaciones de los derechos humanos, así como por una serie de casos sobre corrupción y abuso de poder.

.

El juicio por derechos humanos empezó el 10 de diciembre de 2007, y se centró en cuatro casos emblemáticos: la matanza de Barrios Altos, de 1991, en la cuál 15 personas fueron asesinadas y cuatro gravemente heridas; la desaparición y el posterior asesinato de nueve estudiantes y un profesor de la Universidad Cantuta en 1992; y los secuestros del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer, tras el autogolpe del 5 de abril de 1992, en el que Fujimori cerró el Congreso, suspendió la Constitución y tomó el control del poder judicial con el respaldo de la las fuerzas armadas. En los casos de Barrios Altos y La Cantuta, las matanzas fueron llevadas a cabo por el Grupo Colina, un escuadrón de la muerte clandestino que operó desde el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), y cuya finalidad era eliminar a presuntos simpatizantes de Sendero Luminoso. Después de 16 meses de sesiones, la Sala Penal Especial, un tribunal compuesto de tres magistrados de la Corte Suprema, encontró culpable a Fujimori y lo sentenció a la pena máxima de 25 años de prisión.

El abogado defensor de Fujimori ha apelado esta decisión, por lo que esta ahora bajo revisión de un segundo tribunal de la Corte Suprema. Como parte del proceso de apelación, se realizaron tres sesiones de audiencias públicas, el 23, 24 y 25 de noviembre de 2009. La fiscalía, los abogados de la parte civil, y el abogado defensor de Fujimori, tuvieron cada uno la oportunidad de plantear argumentos en cuanto a si el veredicto debía mantenerse, ser modificado o derogado. En la audiencia final el juez que presidía el juicio, Duberlí Rodríguez, declaró que el tribunal tomaría su decisión final dentr de 30 días hábiles, aunque hay mucha especulación de que emitiría su fallo antes de fin de año. Este fallo ya no podrá ser apelado.

El abogado defensor de Fujimori, César Nakasaki, sostuvo que el tribunal que condenó a Fujimori fue sesgado en contra de su cliente, una acusación que pocos expertos jurídicos aceptan dada la transparencia que caracterizó el proceso judicial y el esfuerzo del tribunal de garantizar durante el curso del juicio los derechos del debido proceso del acusado.

Nakasaki llegó a afirmar que no había evidencia para condenar a Fujimori, argumentando que nunca se mostró alguna orden directa para demostrar la responsabilidad penal de su cliente en las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta. Sin embargo, expertos legales señalan que las pruebas indiciarias podían usarse para determinar la responsabilidad penal en los crímenes de esta naturaleza cuando convergían con otros tipos de pruebas. En el caso Fujimori, la Sala Penal Especial determinó en su veredicto que, efectivamente, había evidencias claras y convincentes acerca de la función directa y principal de Fujimori en la creación del aparato criminal que llevó a cabo los crímenes de Barrios Altos y Cantuta.

Nakasaki también alegó que la Corte violó el principio de legalidad al condenar a Fujimori por crímenes de lesa humanidad, concepto que no estuviera tipificado en el código penal peruano en el momento en que se cometieron los crímenes. Sin embargo, como fue señalado por el fiscal y los abogados de la parte civil, la Sala encontró a Fujimori culpable de homicidio calificado, lesiones graves y secuestro agravado —todos estos crímenes tipificados en el derecho penal peruano— pero anotó que, de acuerdo con el derecho penal internacional, estos delitos constituyen crímenes de lesa humanidad. Ello es importante dado que el derecho internacional rechaza las amnistías o indultos en casos de crímenes de lesa humanidad. Evidentemente, Nakasaki espera cambiar esta determinación a fin de hacer más viable el indulto de su cliente.

Tal vez uno de los temas más polémicos que surgió en las audiencias públicas fue si se debió considerar los casos de Gorriti y Dyer como secuestro agravado, como la Corte declaró en su veredicto, o como secuestro simple, como Nakasaki alega. Para sorpresa de muchos observadores, el representante del Ministerio Público, el fiscal Pablo Sánchez, sostuvo que los secuestros eran ilegales, pero que deberían considerarse sólo como secuestro simple, ya que los agraviados (Gorriti y Dyer) no fueron expuesto a trato cruel o a excesiva violencia. Carlos Rivera, abogado de Gorriti, cuestionó fuertemente este punto de vista. Gorriti y Dyer fueron detenidos en el contexto de un régimen de facto en el cuál se suspendieron las libertades civiles. Sus detenciones no fueron registradas por las autoridades, y fueron mantenidos incomunicados y aislados del mundo exterior, en una situación de extrema vulnerabilidad. Esto, según Rivera, califica como secuestro agravado. Según los expertos legales, si se cambia el veredicto por el de secuestro simple, Fujimori podría acogerse a los beneficios penitenciarios, lo cuál reduciría considerablemente el tiempo de su encarcelamiento.

A pesar de esta disputa, Sánchez y los abogados de la parte civil coincidieron en sus argumentos al señalar que el rol de Fujimori en los crímenes de Barrios Altos, la Cantuta y los secuestros de Gorriti Dayer fue probado fuera de toda la duda razonable, y pidieron a la Corte que confirme la sentencia de 25 años.

Según expertos legales, es muy poco probable que la Corte anule la sentencia condenatoria a Fujimori, la cuál es considerada jurídicamente sólida y basada en evidencias convincentes. Sin embargo, existen fuertes presiones políticas para revertir la sentencia o para reducir sustancialmente la sentencia a Fujimori. Recientes decisiones de los tribunales peruanos han contradicho la jurisprudencia anterior en casos de derechos humanos, resultando en absoluciones que los defensores de los derechos humanos opinan reflejan la creciente presión por parte de las fuerzas armadas, así como por parte de los sectores vinculados al partido gobernante, el APRA, y los partidarios de Fujimori, para poner fin a los numerosos juicios en los cuales se encuentran envueltos personal militar y policial, acusados de graves violaciones a los derechos humanos durante el conflicto armado interno peruano. También existe la posibilidad de que el presidente actual, Alan García, pueda perdonar al Sr. Fujimori, o que su hija, Keiko, pueda hacer lo mismo si resultara victoriosa en las elecciones presidenciales del 2011. A raíz del reciente indulto presidencial del empresario José Enrique Crousillat, quein había sido condenado a ocho años por vender la línea editorial de su canal de televisión (América TV) al régimen fujimorista por $619 millones, la prensa peruana especula sobre las posibilidades de una salida similar para Fujimori.

Hasta la fecha, el juicio a Alberto Fujimori ha sido un proceso ejemplar. Es urgente mantenernos vigilantes para garantizar que concluya de la misma forma. Para las víctimas y sus familiares, que han luchado con valentía y sacrificio por mas de 17 años para saber que pasó con sus seres queridos y para que se castigue a los responsables, está en juego la justicia. Para el Perú –y para todos y todas que anhelamos verdad y justicia—también.

 

 

(*) Jo-Marie Burt es profesora de ciencia política en la Universidad de George Mason y es observadora internacional al juicio a Fujimori para la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA). Es también autora de Violencia y Autoritarismo en el Perú: bajo la sombra de Sendero y la dictadura de Fujimori (Lima: Instituto de Estudios Peruanos/Asociación Servicios Educativos Rurales, 2009).

 

 

 

Publicado por primera vez en NoticiasSER.pe, 12/16/2009