En la madrugada del 18 de mayo de 1988, durante un paro armado senderista, en la lejana provincia de Churcampa, Huancavelica, un grupo de militares vestidos de civil ingresaron violentamente a la casa de Sonia Muñoz, empleada de la modesta oficina de correo del pueblo. Despertada a golpes y encapuchada fue trasladada al cuartel Castropampa en Huanta, Ayacucho, donde llegó a las 8 a.m.
Allí, evitando que fuera vista por la tropa, la introdujeron a un destartalado ambiente donde fue torturada, colgada de una viga con sus manos atadas atrás y recibió descargas eléctricas en varias partes de su cuerpo; este suplicio duró hasta las 5 p.m. En el interrogatorio la acusaban de ser la encargada de distribuir la correspondencia dirigida a los terroristas que transitaban por la zona. Entre el llanto y el dolor negó estas acusaciones así como tener alguna relación con el senderismo. El oficial que la interrogaba no le creyó.
A las 5.30 p.m. de ese mismo día, introducida en un camión, se le dijo que iba a regresar a Churcampa (tres horas de viaje). A mitad del camino, amarrada, fue bajada del camión y obligada a arrodillarse. Recibió tres balazos, uno en el tórax y dos en la cabeza. Los soldados arrojaron propaganda senderista alrededor de la que creían muerta y pusieron un cartel que decía “¡Así mueren los soplones!”.
Milagrosamente Sonia Muñoz sobrevivió. Fue trasladada a Lima y operada en un hospital mediante la ayuda humanitaria. Después de siete años de investigación fiscal, recién hace un mes que se ha iniciado el juicio oral contra el coronel EP ® Víctor La Vera, por entonces jefe del cuartel de Castropampa; sí, el mismo de donde salió el camión con la tropa de civil que emboscó y mató el 24 de noviembre de 1988 al periodista Hugo Bustíos. Curiosamente, cuando también había un paro armado y coincidentemente también, como en el caso de Bustíos, se quiso presentar el asesinato como obra de los terroristas.
Publicado por Perú21, el 8 de septiembre de 2015