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El factor Fujimori: la estrategia continúa

Por Carlos Rivera Paz

Más allá de los resultados electorales la estrategia que pretende liberar a Alberto Fujimori persiste. Ciertamente, el hecho de haber accedido a la segunda vuelta electoral había empoderado al fujimorismo y ello –evidentemente– se había convertido en la mejor estrategia para liberar al jefe indiscutido de esa organización. Pero los resultados del 5 de junio no solo dan cuenta que el fujimorismo ha sido derrotado, sino que ya existe un nuevo escenario político en marcha.

Es a partir de este nuevo escenario que habrá que contemplar y analizar la estrategia que pretende ponerlo fuera de la DIROES.

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Desde el minuto siguiente a la emisión de la sentencia condenatoria –impuesta el 7 de abril de 2009– se inició el despliegue de una estrategia de cuestionamiento tanto a los magistrados que la emitieron como al contenido de la sentencia. La sentencia fue confirmada por la Corte Suprema de Justicia, pero algún tiempo después se conoció de la presentación de casi una veintena de acciones de Habeas Corpus a través de los cuales se cuestionaba la condena. De uno se comenzó a tener noticias que había llegado al Tribunal Constitucional. A partir de ese momento hemos sido testigos de marchas y contra marchas que el TC ha dado para resolver un asunto sencillo en términos jurídicos y procesales. El dato concreto es que, primero, el TC escuchó los informes de la defensa y una semana antes de la primera vuelta anuló esa vista de la causa y, luego, citó a una nueva fecha para los informes y ese mismo día decidió suspenderla alegando la existencia de un proceso electoral presidencial.

Más allá de que la hija del condenado era una de las candidatas a la presidencia de la república lo cierto es que los jueces jamás explicaron –procesalmente, claro está– cuál era la influencia que el proceso electoral imponía al TC, más aun si suponemos que los magistrados constitucionales también deben ser independientes e imparciales. Hoy, después de las elecciones seguramente estarán más “aliviados” de la presión política y es muy probable que muy pronto volverán a citar a que la defensa de Fujimori presente su informe oral.

Pero, cuando aun no salían siquiera los resultados oficiales que daban cuenta de la victoria de Ollanta Humala, un congresista del Partido Aprista ha lanzado un reclamo inesperado: el presidente García debería indultar al ex presidente Alberto Fujimori, porque según el congresista se trata de “un anciano que está enfermo”. ¿Cuál es el objetivo de esta propuesta? Creo que por lo menos aparecen dos bastante claros: uno, es volver a colocar el caso Fujimori como un elemento político del nuevo escenario. Dos, servir de globo de ensayo y con ello medir la reacción de la sociedad, pero sobre todo del Presidente de la República ante la propuesta. Ese congresista debe tener muy presente que la actitud del Apra frente al caso Fujimori ha sido –por lo menos– complaciente desde el mismo momento que el Estado peruano tramitaba el proceso de extradición ante la justicia chilena.

Durante el último quinquenio el objetivo fundamental del fujimorismo ha sido la libertad de Fujimori y pasadas las elecciones me parece que hemos vuelto de lleno a esa agenda y para ninguna alternativa es descartada. Es cierto que el nuevo escenario político coloca la decisión del TC en otro contexto en el pareciera difícil –nunca imposible– de que este órgano constitucional incline la balanza a favor del reo de la DIROES.

En medio de este escenario aparecieron las declaraciones del vicepresidente electo, Omar Chehade, en las que proponía que Fujimori debería ser trasladado a un establecimiento penal común. Ciertamente en los últimos meses se han conocido diversos casos y se ha publicado diversas informaciones que dan cuenta de la utilización de las instalaciones del penal ubicado en la DIROES como si se tratara de un local partidario, pero la propuesta ha sido lanzada en el momento político más inoportuno ya que el resultado que se podría obtener es que termine “victimizando” al condenado Fujimori haciéndolo objeto de reacciones indebidas de parte de aquellos que han llegado al poder. Además, consideramos que el proceso de transición no debería ser enturbiado por un elemento tan perturbador como este.

¿Debe permanecer Fujimori en la sede de la DIROES? Creo que sí. Pero lo que sí se debe exigir es que simplemente se cumpla la ley, es decir, el Código y el Reglamento del Código de Ejecución Penal. Ya que en estas normas se contempla de manera muy clara y precisa el régimen de tratamiento penitenciario, el cual contiene los derechos del interno y las restricciones a las cuales está sometido. Probablemente el Director del Establecimiento Penal de Barbadillo (DIROES) no tenga conocimiento de ello y entonces una primera tarea de la nueva administración sea recordar que la ley está para cumplirse y no para hacerse de la vista gorda.

En todo caso estos elementos nos indican que el factor Fujimori seguirá estando muy presente en el escenario político, pero frente a ello lo que le corresponde hacer a las instituciones es garantizar la protección de una decisión judicial que tiene la condición de cosa juzgada y que es el resultado de un juicio en el que se respetó de manera irrestricta el debido proceso. En concreto se trata de que se garantice el Estado de derecho.

 

Publicado por primera vez en Notihome, Justicia Viva, 9 de junio 2011

 

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Will Alberto Fujimori be set free?

By Jo-Marie Burt

Alberto FujimoriAlberto FujimoriOn April 7, 2009 former Peruvian president Alberto Fujimori was convicted for human rights violations in three cases: the Barrios Altos massacre, the forced disappearance of nine students and a professor from La Cantuta University, and the kidnappings of journalist Gustavo Gorriti and Samuel Dyer.

The legal proceedings against Fujimori demonstrated beyond reasonable doubt that he was the key architect of a state plan to eliminate suspected subversives and opponents of his regime. He was sentenced to the maximum penalty in Peruvian law, 25 years.

The verdict was ratified on December 30, 2009 by a tribunal comprised of five Supreme Court justices. This was the final appeal, and the ratification means that Fujimori’s sentence of 25 years is firm and not subject to further appeal.

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The Fujimori trial and sentence are regarded by Peruvian and international jurists, scholars and human rights observers as fair and impartial, and impeccable in guaranteeing and respecting the defendant’s due process rights. The Washington Office on Latin America organized several international missions to observe the trial and can attest to this directly.

Moreover, the guilty verdict against Fujimori has been hailed by international legal scholars such as Kai Ambos and Juan Mendez as a milestone in global justice efforts to end impunity and guarantee accountability for crimes against humanity such as forced disappearances, extrajudicial executions, and torture.

Fujimori did not question the impartiality of the judges nor did he impugn the proceedings against him while they were taking place. However, after the first sentence was ratified in December 2009, Fujimori and his allies launched a political and legal strategy to question the legitimacy of the verdict. This is because for the political project of fujimorismo, the release of Alberto Fujimori is an essential objective. Given the history of fujimorismo, especially its manipulation of the Judiciary and its trampling on democratic institutions to achieve its objectives, there is major concern among democracy and human rights activists that Fujimori could be freed using questionable methods.

There are two avenues by which Fujimori’s supporters have sought to have their leader released.

The first is via a presidential pardon. Since the initial verdict was handed down the question of whether or not the current president, Alan Garcia, would pardon Fujimori (presumably in exchange for a future promise of protection from prosecution for human rights violations committed during his first governmetn) or whether his daughter, should she be elected president in 2011, would pardon her father. From the day of his conviction, Keiko Fujimori repeatedly stated that her “hand would not tremble” to pardon her father.

However, there are significant problems with this avenue. Peruvian law prohibits pardons from being granted to those convicted of aggravated kidnapping, as was the case with Fujimori. International law prohibits pardons from being granted to those convicted of crimes against humanity; the judges clearly stated in their verdict that the crimes of aggravated homicide, assault and kidnapping of which they found Fujimori guilty are crimes against humanity in international law.

Moreoever, it would be costly politically to grant Fujimori a presidential pardon. The vast majority of Peruvians now believe Fujimori was guilty of these and other crimes, the Fujimori sentence is viewed positively by two-thirds of the Peruvian population. It is perhaps for this reason that Keiko Fujimori has recently pledged not to pardon her father if elected. Her change of heart may be related to her faith that a second avenue to freeing her father is still available: a legal strategy that seeks ultimately to overturn to overturn the Fujimori conviction. To this end, Fujimori’s lawyers have submitted no less than 17 writs of habeas corpus to Peru’s Constitutional Tribunal (TC).

The TC has agreed to hear at least one of these writs of habeas corpus, but has stated that it would wait until after the presidential elections to emit its ruling. This habeas corpus essentially challenges a ruling that denied Fujimori’s petition alleging that the Supreme Court judges named to review his appeal of the April 2009 verdict were not impartial and requesting their removal from the case. Human rights lawyers note that while the TC has handed down very important rulings in the years since Peru’s democratic transition in 2000-2001 that established important human rights jurisprudence in Peru, in recent years it has handed down several rulings that move away from some of this jurisprudence that represent a backsliding in efforts to combat impunity (for example in 2010 the TC ruled that crimes it had previously considered crimes against humanity, in which no statutes of limitations can apply, were in fact simple crimes and that statutes of limitation did apply).

If the TC were to accept the argument outlined in the writ of habeas corpus, it would amount to a revocation of the ratification of the original sentence, and a new trial would be held that could lead to Fujimori’s exoneration, or to a different sentence that could facilitate a presidential pardon. WOLA and its partners in Peru are deeply concerned at such a prospect, which is especially likely should Keiko Fujimori be elected president of Peru this Sunday.

Should this comes to pass, not only is it highly likely that Alberto Fujimori will be freed; it is also probable that Vladimiro Montesinos, along with other members of the Fujimori regime currently serving prison time for corruption, drug and arms trafficking, and human rights violations will also be set free, and that a general amnesty will be put in place effectively ending attempts to achieve accountability for human rights violations committed in the context of Peru’s internal armed conflict. Such an outcome clearly puts Peru’s fragile democracy at risk. It would likely generate political and social discontent and instability, which could elicit the kind of repression and authoritarian practices of the Fujimori years that Peruvians have fought so hard so overcome.

 

Originally published in Peru Elections 2011, WOLA Elections Monitor, June 3, 2011

 

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Caso Fujimori: Pocos quieren ese indulto

Por Jo-Marie Burt

Durante la última semana se desató una polémica en relación a la posición de los candidatos presidenciales frente a la posibilidad de indultar al ex mandatario Alberto Fujimori, quien está cumpliendo una condena de 25 años por violaciones a los DDHH. Más allá de lo que opina cada candidato, es importante saber qué opinan los peruanos de la calle. Según una encuesta reciente que aplicamos a nivel nacional, podemos afirmar algo que puede interesar a los candidatos presidenciales: la gran mayoría de los peruanos rechaza de manera contundente un indulto a Fujimori.*

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Según los resultados de la encuesta, dos de cada tres peruanos (63.3%) afirman no estar de acuerdo con un posible indulto a Fujimori. De estos, 58.8% afirman que no se le debería indultar “porque es culpable y debe cumplir su condena”, o sea, mantienen una posición principista con la justicia. Se expresaron otros motivos no menos importantes: 19.9% dicen que un indulto “sería una burla a las víctimas”, mientras 18.3% afirman que “sería injusto y generaría impunidad”. Por otro lado, un número no poco significativo –36.6%–afirman que sí estarían de acuerdo con un indulto. La razón más frecuente que señalan los encuestados que se mostraron favorables a un indulto para justificar tal medida es “porque salvó el país del terrorismo” (57%); 19.6% dicen que es “porque fue un buen presidente”. Sólo 18.7% dicen que se le debe indultar “por razones humanitarias”.

Otro tema resalta de los resultados del sondeo. Encuestas realizadas inmediatamente después de la sentencia emitida contra Fujimori en abril de 2009 dieron cuenta de que dos de cada tres peruanos veían positivamente la condena. Según nuestra encuesta, a dos años del fin del proceso, la aprobación ciudadana de la sentencia se mantiene firme: 53.5% afirmaron que “estoy plenamente de acuerdo con la sentencia a Fujimori”, mientras 24% afirmaron “estoy de acuerdo con la sentencia pero el número de años debería ser menor”. Con matices, entonces, 77.5% de los peruanos aprueban la condena a Fujimori. Un número muy reducido –22.2%–afirmó estar en desacuerdo con la sentencia. De este grupo, 12.8% dijeron “a pesar que considero que [Fujimori] tiene responsabilidad no debería estar en la cárcel”, mientras que solo 9.4% dijo “no estoy de acuerdo con la sentencia porque es inocente”. Resulta muy notable que sólo uno de cada diez peruanos considera que Fujimori es inocente.

Tal vez, como varios han sugerido, los distintos candidatos creen que declarándose a favor de un indulto “humanitario” a Fujimori puedan atraer el voto fujimorista. Deberían más bien considerar las opiniones de sus conciudadanos. Según nuestra encuesta, la gran mayoría de peruanos prefiere que Fujimori cumpla su condena y que sus representantes electos hagan valer la justicia.

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* Nota de la autora: La encuesta fue realizada por Instituto de Opinión Pública (IOP) de la PUCP. Se aplicó la encuesta a 1,205 personas en 19 regiones del país entre el 25 al 30 de noviembre de 2010. La encuesta es parte de una investigación en curso sobre el proceso de judicialización de las graves violaciones a los DDHH ocurridas durante el conflicto armado interno que vivió Perú durante 1980 y 2000 dirigida por la autora.

Publicado originalmente en La República, 30 de enero de 2011

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Fujimori Dossier

Dossier Fujimori

Sentencia del juicio a Alberto Fujimori:

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Articles, publications and documents about the Fujimori trial

WOLAWOLA

The Washington Office on Latin America (WOLA), a Washington-D.C. based human rights organization, invited Dr. Burt to observe and report on the Fujimori trial. Here are links to her reports:

Fujimori’s Historic Conviction under Threat with Upcoming Elections in Peru,” por Jo-Marie Burt and John Walsh, WOLA News, April 8, 2011 (Enlace original)

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Artículos periodísticos

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Libros y artículos académicos

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A un aniversario de la condena a Fujimori

Por Jo-Marie Burt

Este 7 de abril se cumple un año de la sentencia histórica contra el ex presidente Alberto Fujimori por graves violaciones a los derechos humanos. Un segundo tribunal de la Corte Suprema ratificó el fallo y la sentencia de 25 años de cárcel.

El proceso judicial contra Fujimori ha sido saludado por observadores nacionales e internacionales como un caso ejemplar de impartir la justicia en casos de graves violaciones a los derechos humanos. No sólo es la primera vez que un ex presidente peruano ha tenido que responder ante la ley por sus acciones en temas de derechos humanos, sino es también la primera vez en el mundo que un ex jefe de Estado ha sido extraditado y juzgado por delitos de esa naturaleza.

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El juicio a Fujimori representa un momento clave en la historia del Poder Judicial del Perú. No hay que olvidar que durante el conflicto armado interno, esta institución jugó un rol nefasto al no tener capacidad para investigar y asignar responsabilidades en casos de graves violaciones a los derechos humanos. Cuando le llegaba una denuncia de violación a los derechos humanos, lo más común era que se archivaba o se la pasaba al fuero militar donde los inculpados tenían asegurada la impunidad. Luego, en la década de los 90, es de conocimiento común de que el Poder Judicial, lejos de actuar como el poder autónomo que en teoría es, fue sistemáticamente sometido al Poder Ejecutivo. Por ello vale la pena recordar tres momentos claves en el juicio a Fujimori, que lo establece como un momento trascendental para el Poder Judicial peruano.

El primero ocurrió el primer día del juicio. Luego de la lectura de la acusación fiscal, el juez César San Martín preguntó a Fujimori si aceptaba o rechazaba la acusación. Fujimori contestó con un largo y exaltado discurso de corte más político que legal. Apelando a la memoria de los peruanos sobre el caos económico y político en que encontró al país al asumir la presidencia, afirmó que gracias a él hoy el Perú disfrutaba de una economía sólida y una democracia estable. Al darse cuenta que estaba perdiendo control del escenario, San Martín indicó a Fujimori que respondiera si aceptaba o no los cargos. Fujimori, sin embargo, seguía con su discurso, en un estado casi de exaltación. Frente a ello, San Martin tuvo que imponerse y dijo con mucha firmeza: “Señor Fujimori, aquí en este tribunal mando yo”. Acto seguido clarificó para Fujimori y para todos los espectadores que ese era un juicio judicial y no político, y que como acusado Fujimori tenía que someterse a las reglas del proceso legal.

El segundo momento ocurrió durante la tercera sesión del juicio. El interrogatorio del Ministerio Público, que había comenzado ambiguamente con la participación del Fiscal Supremo José Peláez Bardales, continuó bajo la dirección del Fiscal Adjunto Avelino Guillen. Este comenzó clarificando el orden de las cosas: “Yo pregunto. Usted responde. ¿Me entendió?” Con autoridad, comenzó su interrogatorio de manera firme y seguro. En un momento, frente a la actitud retadora de Fujimori, evidente en su lenguaje corporal ya que se encontraba desparramado sobre su silla, Guillen le exhortó, “Siéntese bien, señor acusado. Usted está en un tribunal de justicia”. Ante tal exhortación Fujimori se desconcertó. Tal vez fue el primer momento en que se dio cuenta de su condición de acusado, de encontrarse sujeto a un sistema de leyes que lo estaba juzgando no por su gestión como presidente sino por su rol en cuatro casos muy específicos de violaciones a los derechos humanos.

Hubieron otros momentos importantes durante el juicio pero estos dos momentos en sí simbolizan un principio básico de una sociedad que se basa en el derecho: todos somos iguales ante la ley. Ese no es el sentido común sobre la justicia en el Perú, pero el proceso judicial contra Alberto Fujimori demostró que en una sociedad que aspira a basarse en leyes, se puede juzgar hasta a un ex jefe de Estado por graves faltas cometidas durante su régimen. Eso lleva al último momento en el que el juez San Martín impartió la decisión final del tribunal que tuvo a su cargo, a lo largo de 15 meses, un proceso judicial difícil y complejo.

Con una claridad excepcional, San Martin explicó cómo había procedido el tribunal y cómo, a la luz de la evidencia presentada, había llegado a la conclusión “racional y absoluta” de que Fujimori era culpable de ser el autor mediato de los crímenes de Barrios Altos, La Cantuta, y los secuestros Gorriti/Dyer. La secretaria de la Sala procedió a enumerar 247 hechos que, tomados en su conjunto, llevaron al tribunal fallar a favor de la culpabilidad de Fujimori. Quienes observamos la exposición de la secretaria no podemos olvidar cómo la exposición de cada hecho comenzaba con la pregunta,”¿Está probado que…?” y terminaba con el afirmativo, “Sí, lo está” —un estilo claro y didáctico que representó un esfuerzo de la Sala de hacer comprensible para el público común un caso complejo, de enorme significancia, y ciertamente controvertido. Finalmente, San Martín explicó que, dada la gravedad de los crímenes, así como la naturaleza del acusado como jefe de Estado al momento de cometerse los mismos, el tribunal acordó de manera unánime aplicar la pena máxima permitida por la ley peruana de 25 años de cárcel.

Hoy en día, causa preocupación e indignación observar que otros casos de violaciones de derechos humanos no están siendo procesados en el Poder Judicial con el mismo rigor y estándares que fueron evidentes en el juicio a Fujimori. Hay muchas razones para ello, que examinaremos en otra oportunidad. Por ahora queremos recordar este momento de justicia impartido hace un año por un tribunal peruano y felicitar a quienes lo hicieron posible: desde los sobrevivientes y los familiares de las víctimas y el movimiento de derechos humanos, hasta el periodismo independiente, líderes de la oposición y autoridades políticas y operadores de la justicia. Su labor colectiva hizo posible que, por esta vez al menos, prevalezca la verdad y la justicia.

 

Publicado por primera vez en NoticiasSER.pe, 6 abril 2010

 

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Juicio a Fujimori: Corte fallará sobre apelación antes de fin de año

Por Jo-Marie Burt (*)

El juicio y la condena al ex presidente peruano Alberto Fujimori por graves violaciones de los derechos humanos marcó un hito en la lucha contra la impunidad en el Perú y en todo el mundo. Desde que huyó del país en noviembre del año 2000 a raíz de una serie de escándalos, Fujimori buscó evadir la justicia. Su decisión de viajar a Chile en el 2005 lo condujo a su eventual extradición al Perú para ser juzgado por cuatro casos de graves violaciones de los derechos humanos, así como por una serie de casos sobre corrupción y abuso de poder.

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El juicio por derechos humanos empezó el 10 de diciembre de 2007, y se centró en cuatro casos emblemáticos: la matanza de Barrios Altos, de 1991, en la cuál 15 personas fueron asesinadas y cuatro gravemente heridas; la desaparición y el posterior asesinato de nueve estudiantes y un profesor de la Universidad Cantuta en 1992; y los secuestros del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer, tras el autogolpe del 5 de abril de 1992, en el que Fujimori cerró el Congreso, suspendió la Constitución y tomó el control del poder judicial con el respaldo de la las fuerzas armadas. En los casos de Barrios Altos y La Cantuta, las matanzas fueron llevadas a cabo por el Grupo Colina, un escuadrón de la muerte clandestino que operó desde el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), y cuya finalidad era eliminar a presuntos simpatizantes de Sendero Luminoso. Después de 16 meses de sesiones, la Sala Penal Especial, un tribunal compuesto de tres magistrados de la Corte Suprema, encontró culpable a Fujimori y lo sentenció a la pena máxima de 25 años de prisión.

El abogado defensor de Fujimori ha apelado esta decisión, por lo que esta ahora bajo revisión de un segundo tribunal de la Corte Suprema. Como parte del proceso de apelación, se realizaron tres sesiones de audiencias públicas, el 23, 24 y 25 de noviembre de 2009. La fiscalía, los abogados de la parte civil, y el abogado defensor de Fujimori, tuvieron cada uno la oportunidad de plantear argumentos en cuanto a si el veredicto debía mantenerse, ser modificado o derogado. En la audiencia final el juez que presidía el juicio, Duberlí Rodríguez, declaró que el tribunal tomaría su decisión final dentr de 30 días hábiles, aunque hay mucha especulación de que emitiría su fallo antes de fin de año. Este fallo ya no podrá ser apelado.

El abogado defensor de Fujimori, César Nakasaki, sostuvo que el tribunal que condenó a Fujimori fue sesgado en contra de su cliente, una acusación que pocos expertos jurídicos aceptan dada la transparencia que caracterizó el proceso judicial y el esfuerzo del tribunal de garantizar durante el curso del juicio los derechos del debido proceso del acusado.

Nakasaki llegó a afirmar que no había evidencia para condenar a Fujimori, argumentando que nunca se mostró alguna orden directa para demostrar la responsabilidad penal de su cliente en las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta. Sin embargo, expertos legales señalan que las pruebas indiciarias podían usarse para determinar la responsabilidad penal en los crímenes de esta naturaleza cuando convergían con otros tipos de pruebas. En el caso Fujimori, la Sala Penal Especial determinó en su veredicto que, efectivamente, había evidencias claras y convincentes acerca de la función directa y principal de Fujimori en la creación del aparato criminal que llevó a cabo los crímenes de Barrios Altos y Cantuta.

Nakasaki también alegó que la Corte violó el principio de legalidad al condenar a Fujimori por crímenes de lesa humanidad, concepto que no estuviera tipificado en el código penal peruano en el momento en que se cometieron los crímenes. Sin embargo, como fue señalado por el fiscal y los abogados de la parte civil, la Sala encontró a Fujimori culpable de homicidio calificado, lesiones graves y secuestro agravado —todos estos crímenes tipificados en el derecho penal peruano— pero anotó que, de acuerdo con el derecho penal internacional, estos delitos constituyen crímenes de lesa humanidad. Ello es importante dado que el derecho internacional rechaza las amnistías o indultos en casos de crímenes de lesa humanidad. Evidentemente, Nakasaki espera cambiar esta determinación a fin de hacer más viable el indulto de su cliente.

Tal vez uno de los temas más polémicos que surgió en las audiencias públicas fue si se debió considerar los casos de Gorriti y Dyer como secuestro agravado, como la Corte declaró en su veredicto, o como secuestro simple, como Nakasaki alega. Para sorpresa de muchos observadores, el representante del Ministerio Público, el fiscal Pablo Sánchez, sostuvo que los secuestros eran ilegales, pero que deberían considerarse sólo como secuestro simple, ya que los agraviados (Gorriti y Dyer) no fueron expuesto a trato cruel o a excesiva violencia. Carlos Rivera, abogado de Gorriti, cuestionó fuertemente este punto de vista. Gorriti y Dyer fueron detenidos en el contexto de un régimen de facto en el cuál se suspendieron las libertades civiles. Sus detenciones no fueron registradas por las autoridades, y fueron mantenidos incomunicados y aislados del mundo exterior, en una situación de extrema vulnerabilidad. Esto, según Rivera, califica como secuestro agravado. Según los expertos legales, si se cambia el veredicto por el de secuestro simple, Fujimori podría acogerse a los beneficios penitenciarios, lo cuál reduciría considerablemente el tiempo de su encarcelamiento.

A pesar de esta disputa, Sánchez y los abogados de la parte civil coincidieron en sus argumentos al señalar que el rol de Fujimori en los crímenes de Barrios Altos, la Cantuta y los secuestros de Gorriti Dayer fue probado fuera de toda la duda razonable, y pidieron a la Corte que confirme la sentencia de 25 años.

Según expertos legales, es muy poco probable que la Corte anule la sentencia condenatoria a Fujimori, la cuál es considerada jurídicamente sólida y basada en evidencias convincentes. Sin embargo, existen fuertes presiones políticas para revertir la sentencia o para reducir sustancialmente la sentencia a Fujimori. Recientes decisiones de los tribunales peruanos han contradicho la jurisprudencia anterior en casos de derechos humanos, resultando en absoluciones que los defensores de los derechos humanos opinan reflejan la creciente presión por parte de las fuerzas armadas, así como por parte de los sectores vinculados al partido gobernante, el APRA, y los partidarios de Fujimori, para poner fin a los numerosos juicios en los cuales se encuentran envueltos personal militar y policial, acusados de graves violaciones a los derechos humanos durante el conflicto armado interno peruano. También existe la posibilidad de que el presidente actual, Alan García, pueda perdonar al Sr. Fujimori, o que su hija, Keiko, pueda hacer lo mismo si resultara victoriosa en las elecciones presidenciales del 2011. A raíz del reciente indulto presidencial del empresario José Enrique Crousillat, quein había sido condenado a ocho años por vender la línea editorial de su canal de televisión (América TV) al régimen fujimorista por $619 millones, la prensa peruana especula sobre las posibilidades de una salida similar para Fujimori.

Hasta la fecha, el juicio a Alberto Fujimori ha sido un proceso ejemplar. Es urgente mantenernos vigilantes para garantizar que concluya de la misma forma. Para las víctimas y sus familiares, que han luchado con valentía y sacrificio por mas de 17 años para saber que pasó con sus seres queridos y para que se castigue a los responsables, está en juego la justicia. Para el Perú –y para todos y todas que anhelamos verdad y justicia—también.

 

 

(*) Jo-Marie Burt es profesora de ciencia política en la Universidad de George Mason y es observadora internacional al juicio a Fujimori para la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA). Es también autora de Violencia y Autoritarismo en el Perú: bajo la sombra de Sendero y la dictadura de Fujimori (Lima: Instituto de Estudios Peruanos/Asociación Servicios Educativos Rurales, 2009).

 

 

 

Publicado por primera vez en NoticiasSER.pe, 12/16/2009