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5 y 7 de abril, dos fechas para recordar

Por Jo-Marie Burt

El 6 de abril es un día interesante para escribir una columna, pues es antecedido y seguido por dos dos días representativos de tendencias opuestas y mutuamente excluyentes en la historia peruana: el 5 de abril, día en que en 1992 Alberto Fujimori declaró el autogolpe contra la institucionalidad democrática del Perú con el apoyo de las Fuerzas Armadas y un sector importante del empresariado; y el 7 de abril, día en que, hace dos años, la Sala Penal Especial condenó a Fujimori a 25 años de prisión por ser el autor mediato de varios crímenes de lesa humanidad, entre ellos Barrios Altos y La Cantuta.

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El 6 de abril marca entonces la distancia entre el autoritarismo, la corrupción, la arbitrariedad, la violación sistemática de los derechos humanos, por un lado, y por otro, el imperio de la ley, los derechos fundamentales de las personas, y la apuesta por la democracia no como un régimen que pueda solucionar todos los males, pero tal cómo dijo alguna vez Winston Churchill, como el menos malo de todas las formas de gobierno pues por lo menos permite, cuando funciona bien, controlar y fiscalizar a quienes detentan el poder.

Este 6 de abril es de especial interés pues antecede por cuatro días a las elecciones generales en el Perú. Llama la atención que Keiko Fujimori —la hija de Alberto Fujimori, autor del autogolpe, de los crímenes de Barrios Altos y Cantuta, de innumerables actos de corrupción— cuente con un apoyo consistente de 18 a 20% del voto y que, por lo tanto, tenga buenas probabilidades de pasar a la segunda vuelta.

Durante el debate presidencial del domingo pasado, Keiko Fujimori hizo lo posible para evocar entre los votantes un recuerdo positivo del gobierno de su padre. Dijo que él venció la inflación y el terrorismo, y gracias a sus reformas Perú vive hoy una democracia plena y goza de buena salud económica. Cuando le preguntaron sobre su plan de seguridad ciudadana dijo: “Si nosotros vencimos el terrorismo, claro que podemos vencer la delincuencia,” y dijo, claramente, que estaba a favor de una política de “mano dura”. Los demás candidatos cuestionaron su lectura parcial del pasado, por lo menos en algunos temas. Por ejemplo Alejandro Toledo le recordó que su gobierno heredó una economía estancada gracias a las políticas económicas de su padre, y PPK le recordó a los electores las cercanas relaciones entre Fujimori y Montesinos.

Sin embargo ninguno cuestionó, en lo fundamental, el autoritarismo del régimen fujimorista, la violación sistemática a los derechos humanos, la gran corrupción de los medios, de las Fuerzas Armadas, y de la institucionalidad en general. De esa tarea se han encargado los peruanos de a pie, que hicieron lo suyo al recordar los aspectos negativos del fujimorismo que no se nombraron durante el debate, gracias a los nuevos medios sociales como Facebook y Twitter. En Twitter, por ejemplo, bajo el hashtag #tupapa cientos de personas recordaron el nefasto autogolpe y el daño a las instituciones perpetrado por el régimen fujimorista.

 

“Quién te pagó todos tus estudios con el dinero de los peruanos?”   #tupapa

“Quién compró los medios de comunicación?”   #tupapa

“Qué gobierno engendró asesinos y los cubrió con leyes de amnistía?”   #tupapa

“Quién manejó a su antojo el Poder Judicial y quebró la institucionalidad de nuestras FF. AA.”   #tupapa

“Quién estaba pescando en un río mientras la policía capturaba a Abimael Guzmán?”   #tupapa

“Quién esterilizaba mujeres indígenas porque no quería más pobres?”   #tupapa

“Quién renunció por fax?”   #tupapa

Muy probablemente Keiko Fujimori llegue a la segunda vuelta, lo que no nos debe sorprender. En un país con brechas sociales tan grandes como el Perú, donde el boom económico sólo ha beneficiado a algunos, y donde la educación es tan pobre, el mensaje populista de Fujimori tiene apego, como lo tenía en la época de su padre.

Tampoco debe sorprender que para algunos el mensaje de “mano dura” sea atractivo. Al perder el plebiscito en 1988 el dictador chileno Augusto Pinochet tuvo que dejar el poder, pero obtuvo el 42% del voto y hasta hoy hay chilenos que lo apoyan. Efraín Ríos Montt, golpista y genocida de Guatemala, fue elegido presidente del Congreso y de no haber prohibición constitucional que impide a los golpistas candidatear a la presidencia bien pudo haber sido elegido. En sociedades desiguales, donde el Estado no funciona igual para todos, donde la inseguridad es el pan de todos los días, la “mano dura” tiene sus adeptos. Pero no será la última palabra. El Perú es el 5 de abril, pero también es el 7 de abril. Apostemos que el día domingo, los peruanos dará un paso adelante, y no atrás.

 

Publicado por primera vez en A contracorriente, el 6 de abril 2011