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Accomarca: “He visto con mis ojos, por eso hablo”

  • Los testimonios de sobrevivientes de la masacre del 14 de agosto de 1985 ante la Sala Penal Nacional en Ayacucho

Por Jo-Marie Burt y María Rodríguez*

“Para ellos ha sido difícil testificar”, dice Francisco Ochoa. “Entrar a una sala sin prepararse, sin conocer, es difícil”. Ochoa, presidente de la Asociación de familiares afectados por la violencia política del distrito de Accomarca, se refiere a los sobrevivientes de la masacre en esa localidad ayacuchana que testificaron en las audiencias itinerantes realizadas en la ciudad de Huamanga el pasado mes de octubre [2] . “Pero aún así”, continúa Ochoa, “han dado lo que tenían que dar, han dicho lo que tenían dentro.” Se queda pensando. “Todavía hay una herida ahí….”.

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© rightsperu.netSin duda. Veintiocho años después de la masacre de Accomarca, los sobrevivientes y deudos de las víctimas aún esperan justicia. Después de casi tres décadas de impunidad para los responsables de la masacre de más de 60 campesinos, el juicio penal contra 29 acusados empezó en noviembre de 2010. Este ha durado mucho porque la Sala Penal Nacional no da prioridad a los casos de derechos humanos. Por esta razón, las audiencias se realizan sólo una vez cada semana o cada diez días, por pocas horas, a lo que se suman las estrategias dilatorias de los abogados de la defensa.

Los testigos a que alude Ochoa se presentaron ante la Sala Penal Nacional en Huamanga el 24 y 25 de octubre del presente año. Las audiencias en Ayacucho son importantes pues corresponden a una iniciativa de dicha Sala para resolver la centralización de los juicios en Lima implementando las audiencias itinerantes o descentralizadas, que consiste en que la Sala en su conjunto se traslade al lugar donde ocurrieron los hechos y lleve a cabo audiencias para escuchar a los testigos que no pueden viajar a Lima o que prefieren testificar en su lugar natal. Con esta medida, se logra recoger una gran cantidad de testimonios en pocos días, lo cual no solo permite avanzar con el proceso, sino también brindar a las familias la oportunidad de estar presentes en una audiencia que busca justicia para sus seres queridos. Este mecanismo ha sido utilizado en otros casos como Cabitos, Chuschi y Agente Carrión. Es la primera vez que se da para el emblemático caso de Accomarca [3] .

Memoria, justicia y ciudadanía

La

Accomarquinos esperando su turno para rendir su testificación
Accomarquinos esperando su turno para rendir su testificación
Accomarquinos esperando su turno para rendir su testificaciónaudiencia itinerante ha sido muy esperada por los familiares del caso Accomarca. Si bien en Lima la Sala ha escuchado el testimonio de mujeres que eran niñas cuando presenciaron la masacre [4] , faltaba escuchar el testimonio de los adultos sobrevivientes, aquellos que lograron escapar de los militares y escondidos presenciaron la matanza de sus seres queridos, para luego enterrar sus restos.

Los familiares eran conscientes de la importancia de su testimonio. Por eso, un día antes de la audiencia, realizaron una conferencia de prensa en Huamanga para dar a conocer los avances y problemas del caso, así como sus expectativas. Participaron junto a los familiares los abogados Gloria Cano y Jorge Abrego, de Aprodeh; Carlos Rivera, de IDL; y José Chalco, todos ellos representantes de las víctimas [5] .

Tanto en la conferencia de prensa como en las audiencias estuvieron presentes muchos pobladores de Accomarca y los que llegaron de Lima. Este caso es uno de los que cuenta con mayor asistencia de familiares, entre 15 y 20 acuden semanalmente a las audiencias en el penal Castro Castro. En Huamanga asistieron cerca de 50 personas, algunos con sus hijos pequeños o mujeres y hombres muy ancianos. El juicio se convirtió en un espacio de encuentro entre accomarquinos y accomarquinas que aún residen en la localidad y los que fueron desplazados por la violencia u otros motivos. La mayoría de ellos viven en Ate Vitarte, un distrito popular de Lima.

Como documentó la Comisión de la Verdad y Reconciliación, la mayoría de las víctimas del conflicto armado interno fueron quechuahablantes y campesinos; personas que han sido históricamente excluidas [6] .En las audiencias que se realizaron en Huamanga, ocho de los nueve testigos fueron quechuahablantes, y algunos son analfabetos. Para estos peruanos, el proceso judicial se convierte en un espacio de reivindicación de su ciudadanía después de esperar 28 largos años por verdad y justicia. Algunos respondieron con tristeza o resignación; otros, con rabia. Y es que el juicio también les ofrece la posibilidad de expresarse con libertad después de tantos años de silencio y miedo. Una testigo, Aurelia Baldeón, mostró libremente su molestia durante su testimonio. Ella perdió a sus dos hijos en la masacre. Al finalizar explicó a la Sala por qué su cólera: “Señor, no hay quien me recuerde. No tengo hijos ni quién me lleve mis alimentos. Estoy sola, por eso estoy molesta”. De igual manera, Catalina Ochoa respondió con dureza las preguntas que le hicieron los abogados de la defensa: “Estoy amarga y con pena de tantos años por la muerte de mi madre”, dijo. “Tanto tiempo que lo niegan. Camino gastando mi plata”.

“He visto con mis ojos, por eso hablo”

Raymundo de la Cruz muestra su DNI luego de dar su testimonio a la Sala
Raymundo de la Cruz muestra su DNI luego de dar su testimonio a la Sala
Raymundo de la Cruz muestra
su DNI luego de dar su testimonio
a la Sala
Catalina Ochoa después de su declaración, acompañada de un famliar y una integrante de Redinfa

Desde temprano, el jueves 24 los nueve testigos contaron sus recuerdos de lo ocurrido aquel 14 de agosto de 1985: Aproximadamente a las 6 ó 7 de la mañana, cuando estaba amaneciendo, varios de los testigos coincidieron en que vieron a los militares bajar por la quebrada desde dos puntos, Accomarca y Pitecc, hacia Lloqllapampa. Raymundo De la Cruz (53 años) contó que cuando los militares llegaron a su casa, escapó a un río y se escondió en un hueco que divisó. “¿Por qué se escapó dejando a su familia?”, le preguntó el fiscal Luis Landa a Raymundo. Él respondió que su mamá le dijo que huya porque los militares eran malos con los varones, si se quedaba lo iban a golpear. Para Aurelia Baldeón, esconderse de los militares fue como un ‘acto reflejo’. Al verlos bajar por la quebrada hacia donde estaba ella, solo atinó a huir con sus hijos y esconderse en la quebrada.

Desde sus escondites vieron actos espeluznantes. Varias testigos presenciaron la violación sexual de mujeres o “señoras jóvenes”, hecho que ha sido también narrado en las audiencias realizadas en Lima. También presenciaron cómo sus familiares, que habían asistido a la supuesta reunión convocada por los miembros del Ejército, fueron acribillados y luego, para no dejar rastro del crimen, incinerados con explosivos y gasolina. Sixto Baldeón relató que se escondió en un huayco antes que los militares lleguen a su casa. Alrededor del mediodía salió rampando de su escondite y divisó a los lejos cómo los pobladores eran llevados a la casa de tejas de César Gamboa. “Con mis propios ojos he visto que los metieron a la casa y les prendieron fuego”, contó. “Mi esposa y mi hijo murieron ahí quemados” [1].

Al día siguiente, regresaron a sus casas. Algunos contaron que fueron al lugar donde sus familiares habían sido asesinados. Para recuperar los restos, Alejandro Quispe Báez (69) relató a la Sala que mojó con agua las cenizas, pero no quedaba casi nada de sus familiares. A la pregunta del fiscal sobre el número de restos que halló, él explicó con resignación: “No [los] conté, eran solo huesos ¿cómo voy a contar eso?”.

Lloqllapampa quedó desolada, con chozas humeantes y los restos carbonizados de más de 60 pobladores. Los testigos contaron que vieron a los soldados llevar sus mulas, vacas, caballos, alimentos, frazadas, hasta una radio, hacia la base militar de Vilcashuamán. Casi ningún sobreviviente se quedó en Accomarca, pues creían que los militares iban a regresar para matarlos y quemarlos. Algunos huyeron a Vilcashuaman, otros se fueron más lejos, hasta Lima.

Los problemas que persisten

Es

Catalina Ochoa después de su declaración, acompañada de un famliar y una integrante de Redinfa
Catalina Ochoa después de su declaración, acompañada de un famliar y una integrante de Redinfa
Catalina Ochoa después de su declaración, acompañada
de un famliar y una integrante de Redinfa
importante mencionar los problemas que persisten en el desarrollo de las audiencias por casos de graves violaciones a los derechos humanos. Hemos documentando en otros reportajes la lentitud y demoras que caracterizan el proceso judicial.[7] En esta ocasión, el colegiado llegó casi una hora después de la hora programada para iniciar las audiencias, haciendo costumbre una práctica que se reproduce en Lima.

Otro aspecto a destacar es que persisten los problemas con las traducciones al quechua. Esto lo hemos visto en las audiencias del caso Cabitos, donde varios de los testigos eran quechuahablantes [8] y la traducción no era fiel al testimonio. Lo mismo ocurrió esta vez. Los abogados conocedores del idioma quechua tuvieron que llamar la atención sobre la traducción que no era literal. Igualmente, el público que conocía ambos idiomas reclamó y corrigieron con frecuencia la mala traducción.

Otro elemento sobre el cual los familiares mostraron una honda preocupación fue la ausencia injustificada de Juan Manuel Rivera Rondón, jefe de la patrulla Lince 6 y uno de los principales responsables materiales de la matanza de Accomarca. Si bien el colegiado excusó a varios de los acusados de asistir a la audiencia itinerante por problemas de salud o por cuestiones económicas y laborales, Rivera Rondón tenía la obligación de asistir junto con otros cuatro procesados [9] . Su abogado no supo explicar su ausencia y solicitó que se excluya su presencia en el juicio, lo cual fue aceptado por el colegiado. No es la primera vez que Rivera Rondón se ausenta de una audiencia sin previo aviso. Luego presenta supuestos certificados médicos u otras excusas que son aceptadas por los miembros del colegiado. Tomando en cuenta que Rivera Rondón se fugó de la justicia y fue deportado de Estados Unidos en 2008, es preocupante tanto consentimiento de la Sala con las obligaciones procesales de los imputados.

© Rightsperu.netFinalmente está el tema de la estrategia dilatoria de la defensa. En otras ocasiones han presentado testigos que luego no aparecen. En este caso, de los tres testigos programados para la audiencia el día viernes 25, solo asistió uno. A parte, el Ministerio Público tuvo problemas con la presentación de los suyos. De los cinco testigos que ofreció, o no vivían en Huamanga o estaban fuera de la ciudad; por lo tanto, no acudieron a la audiencia. Esto generó mucha molestia entre los familiares del caso Accomarca puesto que el día anterior, sus testigos tuvieron que quedarse en una sesión maratónica hasta las 8 de la noche. Nos llama la atención que el Ministerio Público, quien hasta ahora ha actuado de manera correcta, cometa este tipo de errores que dilatan el juicio y desalientan a las víctimas y sobrevivientes en su larga lucha por hallar justicia y verdad. Esta descoordinación preocupa, pues ha habido muchas dilaciones en este proceso legal que ya cumple tres años.

A pesar de estos inconvenientes y problemas, los familiares del caso Accomarca quedaron satisfechos y contentos con el testimonio de sus seres queridos. Para Justa Chuchón, familiar que vino desde Lima para presenciar la audiencia, ésta fue “muy buena”. Dijo que los testigos, personas mayores, “han testimoniado lo que han visto”. Pedro Ochoa se quejó por la ausencia de Rivera Rondón, pero dijo que más allá de eso, lo importante es que “los testigos han venido y han declarado lo que han visto, lo que es la verdad.” Resaltó la firmeza de los familiares que han persistido por 28 años en la búsqueda de verdad y justicia.

NOTAS:

* Jo-Marie Burt es profesora de ciencia política y directora del Programa de Estudios Latinoamericanos de George Mason University. Es autora del libro, Violencia y autoritarismo en el Perú: Bajo la sombra de Sendero y la dictadura de Fujimori (Instituto de Estudios Peruanos, 2011, 2nda ed.). En 2010 tuvo la cátedra “Alberto Flores Galindo” en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Dirige el proyecto de investigación Human Rights Trials in Peru (www.rightsperu.net). María Rodríguez es historiadora egresada de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha realizado estudios de diplomado en Chile, España y Perú en derechos humanos, pedagogía de la memoria, y archivos, y es integrante del Taller de Estudios sobre Memoria Yuyachkanchik. Es asistente de investigación en el proyecto Human Rights Trials in Peru. (^^^)

  1. Declaración de Catalina Ochoa. 24 de octubre de 2013. Audiencia del caso Accomarca, Corte de Huamanga, Ayacucho. (^^^)
  2. Ver: La Masacre de Accomarca: El My Lai Peruano. (^^^)
  3. Se programaron dos días audiencias (jueves 24 y viernes 25 de octubre) para recoger el testimonio de 17 testigos: nueve familiares sobrevivientes de la masacre, cinco peritos del Ministerio Público y tres testigos de la defensa de los acusados. Al final acudieron solo 10 testigos. 24 de octubre: Raymundo de la Cruz Baldeón, Aurelia Baldeón Palacios, Catalia Ochoa Ramirez de Quispe, Emiliana Chuchón Tecse, Alejandro Quispe Báez, Susana Sulca De la Cruz, Manuel Alberto Palacios Ramírez, Benedicta Medina Baldeón y Sixto Baldeón Pulido. 25 de octubre: Máximo Gómez Prado, ex subprefecto provincial de Vilcashuamán. (^^^)
  4. Ver: “Olía como chicharrón. Testigos de la muerte, la masacre de Accomarca”. (^^^)
  5. La prensa escrita ayacuchana cubrió con amplitud las audiencias itinerantes: La Calle, Correo y La Voz (edición del 24 de octubre de 2013). (^^^)
  6. Ver: Informe Final de la CVR. (^^^)
  7. Ver: El largo juicio por el caso de la masacre de Accomarca. El testimonio de Javier Diez Canseco. (^^^)
  8. Ver: Juicio por el caso cabitos: crónicas de las audiencias en Ayacucho (parte I). (^^^)
  9. Los cuatro acusados que asistieron al juicio fueron: José Daniel Williams Zapata, jefe de las compañías Linces; Helber Alejandro Gálvez Fernández, jefe de la base militar contraguerrillera de Vilcashuamán; Luis Armando Robles Nunura, subteniente jefe de la Patrulla Lobo; y Remo Daniel Salas Avila, soldado. (^^^)

Publicado originalmente en Noticias SER el 13 de noviembre de 2013

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“Olía como chicharrón”. Testigos de la muerte: La masacre de Accomarca

Por Jo-Marie Burt y María Rodríguez*

“¡Reunión! ¡Asamblea!” gritaron los militares, relata Teófila Ochoa Lizarbe ante el tribunal. Sintió la voz de su madre temblar cuando vio a decenas de militares encapuchados y fuertemente armados, bajar por la ladera hacia Lloqllapampa, un poblado en el distrito de Accomarca. Entre los gritos, algunos militares dispararon al aire. Otros comenzaron a pasar casa por casa, instando a los comuneros a asistir a la supuesta reunión.

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© IPS Noticias© IPS NoticiasEra la mañana del día 14 de agosto de 1985. Después de ese día, la vida en Accomarca no sería la misma.

Silvestra Lizarbe, la mamá de Teófila, se puso a su hijo Edwin, de un año, en la espalda y se fue a la reunión con sus demás hijos, Víctor, Ernestina y Celestino, de8, 6 y 4 años respectivamente. Junto con su hermano Gerardo, de 11 años, Teófila, quien tenía 12, se quedó en la casa cuidando que los animales no ingresen, como le dijo su mama.

Desde allí, escondida para que los soldados no se percaten de ella, Teófila pudo observar lo que aconteció ese día: el cruel asesinato de más de 50 personas realizado por los comandos militares en el distrito de Accomarca.

Accomarca: La consecuencia de una estrategia constrasubversiva equivocada

A pesar del negacionismo del momento, ha sido ampliamente documentado que, sobre todo durante los primeros años del conflicto armado interno, las fuerzas armadas no supieron distinguir entre los militantes de los grupos subversivos y la población local, tendiendo a confundirlos. Eso llevó a una estrategia contrasubversiva que, buscando “quitarle el agua” (la población) “al pez” (los grupos subversivos), arrasaba con todo. Por ello, como registran los informes de organismos nacionales e internacionales de derechos humanos, estudios académicos y el Informe Final de la CVR, el mayor número de muertos en los años tempranos del periodo de violencia, 1983 a 1985, se produjo en su mayoría por masacres, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas cometidas por las fuerzas armadas en un intento de erradicar los grupos subversivos. Sólo años después las mismas fuerzas armadas se darían cuenta de que esa estrategia era errada, que infundía miedo en la población, pero no necesariamente erradicaba la subversión.

Es imprescindible tener eso en cuenta, pues sino no se puede entender el horror que se vivió en Accomarca aquel día de agosto, hace 27 años, donde murieron por los menos 62 personas, 26 de ellos niños y muchas mujeres y ancianos.(1)

En 1985, Accomarca era considerada por el Ejército peruano como ‘zona roja’. Colindaba con las provincias de Fajardo y Cangallo, provincias que Sendero Luminoso consideraba como su “comité principal”. A su vez, en base a información proporcionada por un supuesto miembro de Sendero Luminoso capturado a inicios de agosto luego de un enfrentamiento, el servicio de inteligencia del Ejército peruano creía que existía una ‘Compañía Accomarca’ de Sendero Luminoso y que en la Quebrada de Huancayoc, ubicada en la parte alta de Lloqllapampa, funcionaba una Escuela Popular. De acuerdo a estas informaciones, se elaboró el Plan Operativo Huancayoc, donde se ordenaba “capturar y/o destruir a los elementos terroristas existentes en la Quebrada de Huancayoc” (2). Esta operación estuvo al mando del General de Brigada EP Wilfredo Mori Orzo e incluyó al Estado Mayor Operativo de la Segunda División de Infantería del Ejército (3) y al Teniente Coronel de Infantería Ricardo Sotero Navarro como Jefe Político Militar de las provincias de Vilcashuamán, Cangallo y Víctor Fajardo. El plan fue ejecutado por cuatro patrullas del Ejército, dos de las cuales llegaron a la zona de los hechos el día 14 de agosto de 1985, las patrullas Lince 6 y Lince 7, jefaturadas por el Teniente de Artillería Juan Manuel Elías Rivera Rondón y el Subteniente Telmo Hurtado respectivamente. Todos ellos están siendo procesados por la masacre de Accomarca. (4)

Relatos del horror, desde los ojos de dos niñas

Los testigos de la masacre de Accomarca son en su mayoría personas que eran niños y niñas que lograron escapar o se escondieron de los militares, y presenciaron la matanza de sus familiares. Sin embargo no todos los que presenciaron los hechos van a testificar; para algunos, los recuerdos son muy dolorosos, otros aún tienen miedo. A pesar del miedo y el dolor, van a las audiencias, semana tras semana —el juicio comenzó hace dos años, en noviembre de 2010—. Muchos de ellos ahora viven en Lima, pues para salvar sus vidas tuvieron que huir de Ayacucho, pero no pueden huir del recuerdo de aquel día.

Esta crónica relata el testimonio de los dos primeros sobrevivientes que narraron sus historias al tribunal a cargo del caso, Teófila Ochoa Lizarbe y Cirila Pulido. (5)

Cirila, al igual que Teófila, tenía 12 años en agosto de 1985. Desde su casa en Llanacuyo, ubicada en las alturas de Lloqllapampa, vio la masacre. Recuerda que era temprano, aproximadamente las siete de la mañana. Pudo ver cómo los militares rodearon la pampa, cómo entraron casa por casa gritando “¡asamblea, asamblea!”, y cómo sacaron a las mujeres con sus hijos, a los ancianos. La madre de Cirila, Fortunata Baldeón, también acudió a la reunión. Llevó con ella su hijo Edgar, de 8 meses. Cirila contó que su mamá tenía miedo, pero dijo que por ser mujer y por llevar un bebé no le harían daño.

Lo que pasó después es inimaginable para cualquiera, pero sobre todo para un niño o una niña. Teófila y Cirila relataron que vieron cómo, luego de reunir a los pobladores en la pampa, los militares comenzaron a golpearlos. Podían escuchar los ruegos de los pobladores pidiendo que no les peguen. También vieron cómo las mujeres jóvenes y las niñas eran separadas del grupo y llevadas por algunos militares hacia un árbol de molle que había en la zona. No pudieron ver que pasó, pero pudieron escucharlos gritos desgarradores de las mujeres.

De pronto, cuenta Cirila, los militares obligaron a los pobladores ingresar a la casa de adobe del señor César Gamboa y a las dos chozas que estaban a su costado. Una vez que estaban encerrados, los militares se ubicaron alrededor de las mismas en forma de una media luna y comenzaron a disparar. “La balacera sonaba como si estuvieran haciendo canchita, ¡pacpacpac!” recuerda Cirila. Luego oyó una explosión. Los militares se tiraron al suelo. Las chozas irrumpieron en llamas. El incendió comenzó a ahogar los dolorosos gritos y llantos de los pobladores, unos 50,ahí encerrados.

Otros militares volvieron a las casas para asegurar que no quedará vivo ningún poblador más. A la casa de Cirila no se acercaron, y desde su escondite pudo ver como mataron a varios comuneros, vecinos suyos. Sí entraron a la casa de Teófila. Al ver a los militares, salió huyendo junto a su hermano. Entre lágrimas, Teófila contó que su hermano corrió hacia arriba de la pampa, pero pudo ver que un soldado lo baleó y cayó muerto. Ella corrió hacia abajo y se escondió tras la roca de un huayco. Un militar la divisó, y de lejos le hizo un gesto con la mano para que se acerque. Aterrada, no se movió. El militar comenzó a dispararle, pero ella seguía escondida tras la roca. Cuando se dio cuenta que el militar se había ido, Teófila contó que quiso volver a Lloqllapampa para apagar el fuego de las casas. Al acercarse, vio que un militar asesinó a una señora que estaba tratando de apagar el fuego con un balde de agua. Era la señora Juliana Baldeón, a quien Cirila, escondida desde su casa, también vio cómo la mataron: ella relató cómo de lejos unos militares le dispararon, y al no alcanzarle las balas, uno de ellos se acercó y le disparó a quemarropa.

Al constatar que no podía volver a Lloqllapampa porque los militares seguían movilizándose por la zona, Teófila decidió esconderse en un árbol y pasar la noche allí, sola y aterrada. En la madrugada una prima suya que también había perdido a su madre en la masacre la encontró, y se fueron juntas a la casa de su abuelo en Chinchina.Cirila, aún en su escondite en su casa, vio más tardea los militares retirarse, caminando hacia Accomarca llevando animales, bultos y cargas.

Dos días después, el 16 de agosto, Cirila salió de su casa y fue con su padre al lugar de la masacre donde se encontraron con aproximadamente 18 sobrevivientes, entre ellos Teófila, quienes habían vuelto para buscar a sus seres queridos. Allí, encontraron la evidencia de lo que parecía una cruel pesadilla: los restos calcinados de sus familiares, pedazos de cabezas, piernas, brazos. Teófila dijo que encontró solo el torso de su madre.”De la cintura para abajo ya no había”, relató al tribunal, entre sollozos.

“Olía como chicharrón,” contó Cirila, “todo lleno de humo”. Los cuerpos estaban carbonizados, prácticamente irreconocibles. “De mi hermanito, algo encontramos, su cabeza y su botita reconocimos”. Cirila pudo observar en el suelo los casquillos de bala dejados por los militares al disparar las ráfagas a los comuneros encerrados en las casas. Algunos de los sobrevivientes más ancianos recogieron los casquillos y posteriormente los entregaron a la Comisión del Congreso que iría a investigar al Accomarca, después de un mes de ocurrida la masacre.

Con mantas los sobrevivientes envolvieron los restos que pudieron encontrar de sus familiares carbonizados y los enterraron en varias fosas de la pampa. El relato de estas escenas produjo el llanto de los familiares que acuden cada semana a la sala a participar en el juicio que han esperado —y por el cual han luchado— más de un cuarto de siglo.

Esperando justicia

Después de la masacre, Cirila no se fue inmediatamente de Accomarca, y eso casi le costó la vida. A inicios de setiembre, mientras lavaba la ropa en el camino, fue divisada por militares quienes empezaron a dispararle sin razón alguna. Luego de este hecho, su padre decidió enviarla a Lima. Por su lado, Teófila partió a Lima a las pocas semanas, porque en Ayacucho se quedó prácticamente sola. Relató que en la capital de la república sufrió mucha discriminación por ser quechua hablante y no pudo concluir sus estudios escolares.

Al finalizar su declaración, Teófila exhortó a los magistrados de que el juicio se acelere. Los sobrevivientes de la masacre han esperado 27 años para que se haga justicia, no sólo a los responsables materiales, sino también a las autoridades que tenían el deber de proteger a la población.

Teófila relató al tribunal que sigue afectada por los hechos ocurridos en Accomarca hace 27 años. Perdió su madre a una edad muy joven, y hasta el momento no ha podido enterrarla. De las 69 víctimas, el Estado ha devuelto los restos de sólo tres de ellas (6).

“Ni el oro ni la plata me van a devolver el amor de mi madre,” dijo Teófila al final de su testimonio. Los familiares que estuvieron en la audiencia ese día asintieron con la cabeza, afirmando su creencia, evidente a lo largo de su búsqueda a través de casi tres décadas, que la mejor forma de honrar a sus seres queridos es impartiendo justicia.

Notas:

 

*Jo-Marie Burt es profesora de ciencia política en la Universidad de George Mason y asesora principal de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA). Es autora del libro, Violencia y autoritarismo en el Perú: bajo la sombra de Sendero y la dictadura de Fujimori (IEP, SER, EPAF; 2009, 2011). María Rodríguez Jaime es licenciada en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ambas han presenciado numerosas audiencias del juicio Accomarca como parte del proyecto de investigación, Peru Human Rights Trials Project.

 

1) Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, Tomo VI, capítulo 1. “Patrones en la perpetración de los crimenes y de las violaciones de los derechos humanos,” y Tomo II, capítulo 1.3, “Los actores armados: Las fuerzas armadas”. Para trabajos académicos, véase: P. Mauceri, Militares, insurgencia y democratización en el Perú, 1980-1988, Lima, IEP, 1989; C.I. Degregori y C. Rivera Paz. Perú 1980.1993: Fuerzas Armada, subversión y democracia. Redefinición del papel militar en un contexto de violencia subversiva y colapso del régimen democrático. Lima, IEP, 1993; Las fuerzas armadas y el 5 de abril. La percepción de la amenaza subversiva como una motivivación golpista Lima, Documento de Trabajo No. 73, IEP, 1996; C. Tapia. Las Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso, dos estrategias y un final. Lima: IEP, 1997; Rospigliosi, Fernando. Montesinos y las Fuerzas Armadas. Lima, IEP, 2000. Jo-Marie Burt, Violencia y Autoritarismo en el Perú, Capítulo 3; Lima, IEP, 2011. (^^^)

2) Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Tomo VII, capítulo 2. “Las ejecuciones extrajudiciales en Accomarca (1985)”. (^^^)

3) Conformado por el Coronel de Infantería EP Nelson Gonzales Feria, el Teniente Coronel de Infantería EP César Gustavo Martínez Uribe Restrepo (G2) y el Teniente Coronel de Infantería EP Carlos Medina Delgado (G3). (^^^)

4) En total son 29 imputados, todos ellos militares, en el caso Accomarca. Sólo Telmo Hurtado está detenido; los demás militares están libres y tienen orden de comparecencia. David Castañeda, otro jefe de una de las unidades Lince, ha logrado evitar ser extraditado desde Estados Unidos. Telmo Hurtado fue extraditado en julio de 2011, y Rivera Rondón fue deportado de Estados Unidos en 2008. (^^^)

5) No es la primera vez que Teófila y Cirila asumen un rol protagónico en el caso de Accomarca. Con el apoyo legal del Centro de Justicia y Responsabilidad (CJA), una organización de litigio ubicada en San Francisco, California, el 11 de julio de 2007 Teófila interpuso ante la Corte Federal de Estados Unidos Corte del Distrito Sur de Florida una demanda contra Telmo Hurtado por asesinato extrajudicial, tortura, y crímenes de guerra y de lesa humanidad. Ambas participaron en el juicio oral y como bien lo plantea la CJA, las demandas interpuestas contribuyeron enormemente en la deportación de Rivera Rondón a Perú en agosto de 2008 y en la extradición de Hurtado en julio del 2011. En: http://www.cja.org/. (^^^)

6) Artículo Publicado en La República, el 14 de Octubre de 2012: “Solo restos de 3 de 69 víctimas de matanza de Accomarca han sido devueltos a sus familiares” (^^^)

 

Publicado en Noticias Ser el 14 de noviembre de 2012